Escribir en Puerto Rico: Reflexión sobre la(s) literatura(s) presente(s) (VII-VIII)


  • Mario R. Cancel
  • Escritor y profesor universitario

VII. Ese individualismo radical sirve para explicar la imagen que el escritor elabora de sí mismo. La cuestión de qué significa ser escritor produce respuestas distintas cuando se formula. La idea del intelectual con sentido de pertenencia a un hipotético colectivo, tan común en los escritores del 1960 y el 1970, ya no es atractiva. Del mismo modo, la concepción ética de que se escribe con el fin de evaluar críticamente la realidad, ha sido revisada.  Ello explica la huida de lo que quedaba del realismo social -incluyendo el realismo mágico- y la afirmación de un discurso irrealista que apropia espacios poco comunes en la tradición de lo mágico en el país.

CabiyaEn la escritura del 1960 y el 1970, lo mágico se apropió con los artefactos de Sartre o Brecht. Los procedimientos de Cortázar o García Márquez, no tanto de Borges, eran reinvertidos en la escritura de la magia en el país. Cordial magia enemiga (1971), de Tomás  López Ramírez, se movía entre el surrealismo moderado y lo maravilloso a la moda. En Delfia cada tarde (1978), Edgardo Sanabria Santaliz trabajó el tema del papel deformador de los medios masivos de comunicación. El recurso a lo mágico sirvió al escritor para articular un discurso crítico que aspiraba sanar una patología.  En ambos casos, la introducción de lo irreal se hacía para llamar la atención sobre lo real mediante la extrañeza. La imagen mágica o fantástica, obligaba a buscar un contenido representacional específico. La inserción de ciertos indicadores de sentido ofrecía pistas respecto a como se debía interpretar el texto.

Una forma alterna de la escritura de la magia en el país fue la parodia y la sátira. En ese territorio el citado Luis Rafael Sánchez ha sido un maestro. Pero el trabajo de Juan Antonio Ramos en Papo Impala está quitao (1983) sigue siendo un modelo insuperable. La caricatura y el esperpento son procedimientos que enmascaran la realidad, pero siempre dejan indicadores claros sobre cómo enfrentar el texto. Mediante ellos, se estimula el desarrollo de un contenido representacional y un significado específicos.

Después del 1990, lo irreal se trabaja como parte de una poética autónoma de la realidad. En cierto modo, se recupera el sentido semántico fundamental de la fantasía como capacidad de representar mediante imágenes, cosas pasadas, lejanas o ideales. Pedro Cabiya es, por mucho, el narrador más logrado en ese aspecto. Sus ficciones radicales, como es el caso de La cabeza (2007), un texto entre la ciencia ficción, el absurdo y la virtualidad, no se proponen un contenido representacional ni aspiran significado lógico alguno. La voluntad pedagógica se ha convertido en voluntad lúdica.

Esto parece pura evasión de lo real pero no lo es. El establecimiento de conexiones con el mundo, queda en manos de lector. El lector ya no se concibe como un receptor pasivo de la palabra de un intelectual aristocrático. Hoy se acepta que “el texto es producido por la imaginación y la interpretación del lector” a partir de su capacidades y limitaciones. El sentido que se le adjudica al texto es un asunto personal. (Chartier, 1999, VI) La postmodernidad no solo afirma el individualismo de la escritura sino el de la lectura y la interpretación.

QuinonesVIII. La huida de la realidad se da lo mismo hacia un hipotético interior o exterior. Los temas clásicos del viaje y las altertopías evaden las convenciones respecto al tiempo y el espacio. (Braceras, ed., “Póslogo LyC” 189-198) El viaje interior desemboca en una búsqueda individual pensada o en ficciones paranoicas complejas. Varios de los excelentes relatos de la antología Mal(h)ab(l)ar, editada por Mayra Santos Febres, son prueba de ese retorno al yo, como bien señaló la editora en el prólogo del volumen. Pero en el territorio de las ficciones paranoicas la figura más notable es José Liboy Erba. Cada vez te despides mejor (2003) es una colección en donde la interioridad es un caos que evade toda adjudicación de sentido.

El concepto altertopía se refiere a lugares o espacios alternativos a aquellos que se reconoce como reales. Se trata de los paraísos de la incoherencia divorciados de todo orden lógico. Recuerden que las utopías y las distopías son revisiones morales de órdenes racionales reconocibles. Por eso dependen tanto de la lógica para ser comprendidas. En esta dirección el Breviario (2002) de Juan Carlos Quiñones es clave. El citado Cabiya de las Historias tremendas (1999) y Juan López Bauzá en La sustituta y otros relatos (1997), demuestran que la veta más enriquecedora de la narrativa puertorriqueña camina en esa dirección.

Lo irreal gratuito es puro juego hasta el punto de que el caos invade la narrativa. Ese es el caso de las narrativas de los juegos electrónicos. En estas narraciones la relación causa-efecto no tiene nada   que ver con la lógica, y augura un final catastrófico. La victoria es la ruina del otro, como en las grandes teorías de la guerra. Es una dialéctica simple, maniquea, que facilita el acceso al texto mediante un lenguaje estándar. En este contexto la novela corta de Cabiya, La cabeza (2007) ha establecido una pauta valiosa.

La caja de herramientas del escritor del 1960 y el 1970, y la del 1990 es la misma. La coincidencia entre ese instrumental y el de las vanguardias de principios del siglo 20, son obvias. Pero el escándalo que producían esas técnicas ya no es el mismo. Las técnicas vanguardistas -desde la intrusión de la cultura pop hasta el libre fluir de la conciencia o la escritura automática- son ahora mero formalismo. La impresión que queda es que la escritura literaria ha perdido radicalidad y capacidad para sorprender después del fin de la Guerra Fría. El escritor es un artesano iniciado en ciertas técnicas, no un iluminado de la inspiración platónica.

En conclusión, escribir en Puerto Rico hoy ofrece  posibilidades infinitas. Las mismas deben ventearse. Me parece que el Pen Club es un buen espacio para iniciar esa discusión. Los elementos que hicieron posible este encuentro así lo demuestran. Espero que lo que hemos hecho aquí en la noche de hoy no sea un esfuerzo vano.

Literatura y censura


Comunicado de Prensa

PEN CLUB DE PUERTO RICO REPUDIA CENSURA DE LIBROS

San Juan, Puerto Rico, 14 de agosto de 2009,  “Efectivo de inmediato, queda terminantemente prohibido el uso de los siguientes textos: Antología personal de José Luis González, El entierro de Cortijo de Edgardo Rodríguez Juliá, Mejor te lo cuento: Antología personal de Juan Antonio Ramos, Reunión de espejos de José Luis Vega, Aura de Carlos Fuentes,” así lee el documento que censura obras de nuestra literatura. Hay que hablar claro. Existe el censor y existe la obra censurada. El escritor tiene la pasión por hablar y escribir. El censor vive de amordazar. Impedir que cinco obras fundamentales de la literatura latinoamericana sean leídas por estudiantes de undécimo grado de las escuelas de Puerto Rico, es censura. El “Indice de libros prohibidos”, la lista de obras que desde el 1559 al 1948 fueron recopiladas y prohibidas, y sus autores condenados por heréticos, porque sus obras “corrompían a los fieles”, no es cosa del pasado. El Index sigue vivo y es peligroso.

censuraHoy en pleno Siglo XXI, en nuestro propio suelo, revive este peligroso movimiento que contradice los propios cimientos de nuestra constitución: la libertad de expresión. Ninguna sociedad puede evadir el que exista la palabra del poder y la palabra del pueblo, el discurso del aparato del estado o “establishment”, y el discurso que emana de las fuentes de la cultura. Recordemos que toda una tradición de dictaduras en América Latina buscó su fundamento en la censura, el analfabetismo, la ignorancia y la pobreza.

Aclaremos: toda censura a un autor es también una censura a sus lectores. Esta desatinada determinación de parte de las autoridades del DE prohibe que nuestros jóvenes tengan la oportunidad de conocer esta importante literatura como ejercicio pleno de su libertad de conocer y de conocerse. Todo libro que despierte conciencia en los ciudadanos de su sentido de identidad, que nos identifique como puertorriqueños y que declare nuestra historia, lucha, y persistencia como pueblo y como parte de una tradición hispana, tiene como riesgo la censura en Puerto Rico. Esto es intolerable y reaccionamos enérgicamente contra todo atentado de censura a nuestros escritores y hermanos latinoamericanos, en este caso Carlos Fuentes, en un acto contradictorio para la democracia y el crecimiento maduro de nuestros jóvenes.

En momentos históricos de apertura, globalización, mega-comunicaciones, un Puerto Rico castrado y enmudecido por la censura constituye triste espectáculo internacional que nos anticipa un retroceso en la historia de las libertades democráticas.

La acción de censura del Secretario de Educación,  Sr. Carlos Chardón, es intolerable. Hacemos un llamado a él y al Señor Gobernador de Puerto Rico, Luis Fortuño, a que rectifiquen el acto anticonstitucional y antidemocrático cometido por la oficina de Asuntos Académicos del DE, episodio dramático que atenta contra la libertad y la expresión de las ideas, amenaza la enseñanza adecuada y plural de nuestros jóvenes, y nos entorpece el acceso a las realidades urgentes que deben discutirse en el aula escolar.

  • Mairym Cruz-Bernal
  • Presidenta
  • PEN CLUB DE PUERTO RICO
  • Suscrito al PEN-INTERNATIONAL con sede en Londres

Declaraciones de escritores:

  • Mayra Santos Febres

El principal deber de un maestro es educar. Educar no es proveer datos y reglas de moral sino despertar en el estudiante la curiosidad por saber. ¿Qué curiosidad por el saber van a desarrollar los estudiantes si se les priva de textos contemporáneos, de textos de probada  excelencia literaria, textos controversiales, difíciles, que nos presentan «el bien y el mal» de manera fácil, predigerida? ¿Cómo van a aprender a pensar nuestros estudiantes, si no tienen en su currículo libros -es decir, material de reflexión- qué conectar con su vida?

  • Luce López-Baralt

Deseo por medio de estas líneas mostrar mi más férrea oposición al intento por parte del Departamento de Educación de censurar y de eliminar del currículo obras literarias de primera importancia debido a su alegado contenido sexual impropio. El desconocimiento literario que esta medida implica es lamentable pero evidente: de seguir fielmente estas directrices, tendríamos que retirar del currículo las obras más importantes de nuestras letras, pues, leídas por un lector avisado, todas tienen, de un modo u otro, alusiones sexuales que el Departametno de Educación consideraría «impropias». Me refiero al «Libro de Buen Amor» del Arcipreste de Hita, a «La Celestina», al «Lazarillo de Tormes», y al mismísimo «Quijote», que los censores de antaño, y hablo literalmente, consideraron inaceptable por «lascivo». Un maestro que enseñe con madurez y con conocimiento literario auténtico todas estas obras sabrá dirigir al alumnado en la lectura y estudio de las mismas sin crearle escándalos falsos ni mucho menos fomentarle actitudes represivas y fundamentalistas. De no ser así, ninguna obra literaria válida podría ser enseñada a los alumnos puertorriqueños, que quedarían reducidos a textos «recortados» de cualquier expresión o símbolo amoroso o erótico considerado por los censores como escandaloso. Reitero mi oposición a tales medidas represivas.

  • Mario R. Cancel

Siempre llaman la atención los resortes que se mueven en el momento en que una autoridad oficial ejecuta un acto de censura. La acción demuestra el poder del censor, pero también manifiesta sus miedos, sus pesadillas y su flaquezas. La impresión que dejan situaciones como esta es que estamos sentados sobro un barril del pólvora  a punto de explotar. Confirma, por otro lado, el poder subversivo de la palabra. Las reservas morales manifiestas por las autoridades de educación no les permiten comprender que los problemas que reconocen en las generaciones jóvenes dependen menos de lo que leen -o podrían leer- que de lo que ven cotidianamente en la vida pública. Censurar las presuntas inmoralidades de unos cuantos libros mientras se tolera la inmoralidad en los nichos del poder es injusto.

  • Marta Aponte Alsina

La censura es un indicio de los miedos de los censores. Paradójicamente logra lo contrario de lo que se propone: despertar el interés en textos que de otro modo se leerían a regañadientes por cumplir con un requisito escolar. Ha sucedido antes, no es nuevo el debate sobre la “pertinencia” y la “moralidad” de los libros que se asignan como lecturas obligatorias. Hay que cuestionar minuciosamente a los burócratas actuales del DE sobre los valores, gustos y criterios que aplican para seleccionar unos libros y censurar otros. Después de todo son empleados gubernamentales, y los libros se compran con fondos públicos. Al mismo tiempo se abre una oportunidad para debatir, con la mayor amplitud, el lugar de los libros y la lectura en los procesos de formación social y personal.

  • Arturo Echavarría

La iniciativa tomada por el DE tiene consecuencias gravísimas, y, como tal, merece nuestro repudio más enérgico. Se trata no sólo de una intervención indebida que coarta el derecho que tiene el estudiante puertorriqueño a conocer su propia tradición literaria, sino que atenta contra la libertad en que se fundamenta toda expresión artística.

  • Aurea María Sotomayor

Los burócratas de la educación en Puerto Rico se autorizan primero como ignorantes para ejercer su función. Distinto y peor a aquel juez que reconocía la obscenidad cuando la veía, éstos no tienen que leer para reconocer que todo podría ser obsceno, y por tanto, no apto para «menores». Como no saben, porque no han leído, es imposible argumentar con ellos absolutamente nada. Paradójicamente, el propósito de estos promotores de la educación es regar la ignorancia sistemáticamente y obstaculizar el pensamiento.

  • Néstor Barreto

Toda censura es deleznable.  En su afán de ocupar todos los espacios de poder posibles este gobierno muestra características protofascistas que ya debían  ser obvias para los que en su rol de intelectuales velan por no perder y en todo caso ampliar las modestas conquistas de nuestros productores culturales en el ámbito editorial y educacional. Esas características son obvias para mí por lo que deploro y condeno las acciones del departamento de educación usando como excusa valores y mores puertorriqueños supuestamente comunes y que terminan siendo al final muestras de un auto-odio feroz, inflamado por una idea de mandato que empaña su visión y deforma demasiadas de sus acciones. Parecen estar en un momento frenético de desconstrucción  que requiere de concertaciones a las que habíamos perdido costumbre.

  • Tina Casanova

Es con gran estupor e indignación que me entero de la censura del DE a las obras literarias de compañeros escritores utilizadas en los currículos de nuestras salas de clase.  ¿Qué más esgrimirán contra nosotros los escritores de esta bendita patria?  No basta con reducir los espacios literarios en los medios de comunicación.  Tampoco con que las pequeñas librerías  hayan sido devoradas por Borders y no tengamos dónde vender nuestras obras. Ya han comenzado a desmantelar el programa Lee y Sueña donde nuestras obras infantiles se hacían accesibles a los lectores jóvenes de los pueblos que no tienen librerías.  Y ahora esto.  Nos acorralan, nos eliminan con superfluos argumentos hipócritas.

  • Etnairis Rivera

Censura es sinónimo de tiranía. Trágicamente, en Puerto Rico impera la ideocracia que tan bien definió y discursó Don Miguel de Unamuno: “de las tiranías todas, la más odiosa, es la persecusión  en nombre de unas ideas.” O será que también censurarán al ilustre y preclaro filósofo, humanista Unamuno, censurado ya en su propia época.

  • Lilliana Ramos Collado

Curiosamente, los libros suprimidos son obras dirigidas a la crítica social del presente histórico, y el uso de “malas palabras” es apenas indicador de ese interés en reflexionar sobre el aquí y el ahora. Sabemos que las “malas palabras” siempre pertenecen a su época. Lo que se censura aquí no es hablar “malo”, sino hablar del presente, como si el presente fuera inmencionable e inhistoriable. Como si el presente no fuera nuestro. Si bien los libros censurados hoy no son de historia, sí interpelan al lector —sobre todo al joven lector— a pensar en su situación vital en el presente. Los jóvenes no son tontos, y en una isla familiarizada con la vulgaridad mediante la radio y la televisión (local y extranjera), nadie se llama a engaño. Esta censura tardía nada tiene que ver con la moral, sino con el gesto torpe de acallar la reflexión acerca de los que nos rodea.

  • Marie Ramos Rosado

La censura de obras literarias en pleno siglo XXI nos hace retroceder en tiempo y pensar que volvimos a los tiempos de la Inqusición. Además, entre los objetivos primordiales del siglo XXI, en el sistema educativo  están el desarrollo de un pensamiento crítico, para poder instaurar una sociedad más liberadora. Por otro lado, escuchamos por radio y televisión a líderes políticos y desarrolladores gubernamentales como el Sr. José «Cheo» Madera tildar al pueblo  con palabras  como: «crápulas, garrapitas y vividores»; palabras que resultan ofensivas para la autoestima e identidad nacional. Pues estos motes afectan más que nada a la «psiquis» maltrecha de nuestro pueblo. Sin embargo, el Departamento no censura estas acciones de nuestros líderes. Mientras los escritores y artistas de las  palabras utilizan esas llamadas «malas palabras» como imágenes poéticas y metáforas que irradian belleza a sus textos literarios. Nos oponemos enérgicamente a esa actitud fundamentalista e inquisitoria del Departamento de Educación Pública de Puerto Rico.

  • Alberto Martínez-Márquez

La decisión del Secretario de Educación concerniente al retiro de varias obras sobresalientes de la literatura puertorriqueña, debido a su lenguaje burdo y soez, no es sino la puesta en práctica de un nuevo puritanismo que pretende complacer al sector anti-intelectual del PNP, a los fundamentalistas cristianos y a los sectores moralistas del país.  Las declaraciones del Sub-secretario para asuntos académicos del DE, Juan J. Rodríguez va en detrimento de la pertinencia y excelencia de los libros que han sido censurados. Lo expresado por Rodríguez deja mucho que desear viniendo de una persona que ostenta el grado de académico de la primera institución universitaria del país, demostrando así una crasa ignorancia por la producción e historia literarias de nuestra nación boricua. Con respecto a la censura de libros de autores/as puertorriqueños/as hay que destacar que es parte de una agenda de los gobiernos anexionistas que han gobernado nuestra isla. Es necesario señalar que durante el romerato se censuraron libros de Juan A. Corretjer y de René Marques y que durante el rosellato se censuró una novela de Olga Nolla. El Secretario de Estado, Kenneth McClintock, ha hecho unas declaraciones muy desafortunadas para justificar la acción del DE de censurar los libros de José Luis González, Juan A. Ramos y Edgardo Rodríguez Juliá, entre otros. Denunciamos la errada determinación del DE de privar a nuestro estudiantado de una literatura de gran calidad que forma parte de nuestro acervo cultural.

  • Ana María Fuster

La censura es uno de los recursos del miedo fundamentalista.  Esa ignorancia retrógrada y mezquina unida al poder es la peor receta. Si el pueblo recibe un tapabocas gubernamental, tiene que gritar aún más fuerte, que protestar y defender la libertad de expresión, la cultura y la identidad. La juventud no es bruta ni ciega.No dejemos que los buitres del poder nos conviertan en robots, por decirlo de una forma elegante. Tenemos derecho a crear, a deleitarnos de nuestra cultura, de todas las culturas; a pensar y pasar juicio sobre el arte, pero aún más sobre los actos de quienes disfrazan de vulgar paternalismo, unas estrategias para matar lo que somos y lo que podemos ser. La literatura es la sangre de la cultura.

  • Ana Lydia Vega

Tradicionalmente, la censura oficial de una alegada «obscenidad» literaria ha sido pretexto fariseo para la supresión de ideas incomodantes.  Desde esa perspectiva, mueve a  sospecha el proceso de saneamiento moral que ha emprendido el Departamento de Educación de Puerto Rico a fin de excluir libros asignados de escritores reconocidos. ¿Disimulará el argumento de las «malas palabras» alguna torpe maniobra de purificación ideológica? No se puede olvidar el historial de persecución y marginación que, en nuestro país, ha sido la maldición continua del pensamiento disidente.

  • Elsa Tió

Recuerda las palabras de Carlos Fuentes  » la censura es como una hiedra venenosa que se arrastra  por el suelo, sube por las paredes, invade las ventanas y las fachadas y nos deja sin luz.» La literatura es un referente para entender la sociedad , el mundo en que vivimos. La censura  tiene un efecto desvastador sobre la literarura , la educación y la libertad. La calidad debe ser el criterio, no un fundamentalismo, sin fundamento. Pero nadie se llamé a engaño la pasión del gobierno por silenciar a nuestros escritores,  no es nueva, y disfraza la verdadera intención de ir eliminando poco a poco una literatura que nos afirme como puertorriqueños, y latinoamericanos, por entender que es un obstáculo para la estadidad. La censura  es una especie de remolino que pretende tragarse la imaginación,  y el derecho  de los pueblos,  a pensar y crear con libertad.

La novela puertorriqueña en el momento del populismo


  • Mario  R. Cancel
  • Escritor e historiador

Las grandes transformaciones económicas y sociales que vivió Puerto Rico tras  la Segunda Guerra Mundial y la temprana Guerra Fría, estimularon la revisión del discurso nacionalista que animó a numerosos sectores asociados a la Generación de 1930. Las consecuencias de ello fueron que se afirmó la dependencia de Estados Unidos. En aquel proceso Puerto Rico desarrolló un nuevo rostro en donde las ciudades y la emigración del campo al pueblo y del pueblo a la metrópoli, erosionaron la idea del “jíbaro” convirtiéndolo en un mito propio para la empresa del turismo exótico. El populismo en el poder desde 1944, movimiento comprometido con la protección paternal del “jíbaro”, aceleró su desaparición en nombre de la modernización, la derrota del hambre y la revolución industrial.  El Estado Libre Asociado de 1952, una relación estatutaria configurada como  una forma de Libre Asociación entre dos Estados Soberanos, culminó aquel proceso en el plano político. La estabilidad política y el crecimiento material que se experimentó hasta 1960, hizo que muchos intelectuales favorecieron los cambios que estaban ocurriendo. Ese fue el caso de narradores como Ernesto Juan Fonfrías o el el historiador Arturo Morales Carrión.Otros, sin embargo, miraron con desconfianza los mismos porque pensaron que los costos sociales, políticos y culturales para Puerto Rico podían ser muy altos. Aquel segmento de la intelectualidad concluyó que la situación representaba una amenaza para la cultura puertorriqueña. José Luis González  y Emilio Díaz Valcárcel, narradores y ensayistas son quizá los modelos más ejemplares de ello. la voluntad de interpretar el cambio fue crucial en todos los casos comentados.

Lo que la crítica tradicional denominó la Generación de 1950,  compartió muchas de la ideas de los intelectuales del 1930. El dramaturgo, narrador y ensayista René Marqués (1919-1979) y la historiadora de la literatura Josefina Rivera de Álvarez (1923- ), interpretaron la literatura del  1950 como la culminación lógica de aquella. La explicación historicista es valida pero posee ciertas lagunas. Me parece que no es legítimo presumir una continuidad limpia entre la expresión literaria de os momentos tan disímiles. Una de las lagunas tiene que ver con el hecho de que uno de los referentes más cultivados por la Generación de 1950 fue el mundo hispanoamericano. El Puerto Rico hispano e hispanófilo del 1930 fue reinterpretado sobre la base de su conexión histórica y cultural con el orbe panamericano. Las coincidencias entre ese lenguaje y el de la política internacional después de la II Guerra Mundial son visible, pero no explican todo el asunto. A pesar de que todavía se reconocía la relación de sangre con la hispanidad, la hispanoamericanidad se impuso como un norte. Detrás de todo aquello había una voluntad de revisar los esquemas del 1930 y reconocerle una nueva complejidad a la identidad puertorriqueña. En ambos extremos, la relación con la cultura estadounidense resultaba contenciosa. La victimización de España en el 1898 fue sustituida por la victimización de Hispanoamérica en la era del Punto IV y la doctrina Hsrry S. Truman. Para los escritores del 1950, como para los del 1930, la conciencia identitaria que se inventaba se traducía en una expresión de resistencia a los patrones culturales estadounidenses.

En el campo de la novela,  la hispanoamericanización de la literatura tenía que ofrecerse “más allá de la novela de la tierra” según había sido modelada por la narrativa de Rómulo Gallegos (1884-1969) y Horacio Quiroga (1878-1937). El proceso de urbanización e industrialización, la Revolución Democrática y Pacífica del populismo, así lo reclamaba. Dado que Enrique Laguerre era considerado el gran “novelista de la tierra,” lo que estaba sobre la mesa era la superación de la tradición ruralista y modernista que aquel autor había impuesto. La finalidad era conseguir una expresión literaria acorde con los tiempos nuevos más allá del laguerrismo de la tierra.   La otra fuente del 1950 fue la tradición estadounidense de lo que se denominó alguna vez la Generación Perdida y la literatura preocupación social que floreció en aquel país después de la II Guerra Mundial. La Casa Letrada Nacional -la intelectualidad puertorriqueña- se estaba formando en instituciones universitarias norteamericanas que la condición de ciudadanos de Estados Unidos había abierto para ellos. La combinación del cambio social acelerado de una sociedad tradicional a una moderna, que fue la preocupación fundamental de los sociólogos que observaron el fenómeno en los años 1960, y la inserción de los escritores en la red universitaria americana, produjo un discurso literario que apropio lo urbano a la vez que  literaturizó el cambio social desde una posición crítica. Ernest Hemingway y William Faulkner hicieron acto de presencia en el lenguaje de numerosos escritores nacionales.

1950Los novelistas se apoderaron también de los artefactos de las vanguardias de la literatura hispanoamericana y europea. Aquel fue un momento de rebelión contra la novela tradicional. La erosión del canon moderno comenzó en firme. Sin embargo, dado que la identidad nacional continuó siendo el centro de la discursividad literaria, el proceso no condujo al rechazo del realismo social como ocurrió, por ejemplo, en cierta escritura europea. La idea de la modernidad amputada o la evolución tronchada o de que Puerto Rico no ha podido completar su destino, confirmó la validez de la psiquis realista. Lo contrario hubiese sido visto como una irresponsabilidad. Los novelistas todavía se sentían responsables de ser la voz de un pueblo y de elaborar una crítica al orden social y político en su producción cultural. Los innovadores recursos técnicos no entraron en conflicto con el compromiso cívico en la escritura. Los novelistas del 1950, como los del 1930, se fijaron en los fondos rurales. Pero la discusión  fue muy distinta: en 1950 la ruralía agonizaba. Los novelistas de la era de la industrialización y la urbanización reconocieron la amenaza que el cambio acelerado representaba para aquel viejo signo de pureza. La amenaza que veían cernirse sobre aquellos espacios estimuló una mirada nada romántica de la sociedad rural. Si Laguerre todavía manifestaba resabios del pintoresquismo criollista, ese elemento desaparece de la narrativa del 1950. El paisaje dejó de ser un personaje como en la novelística de Laguerre, o un ornato como era el caso de la narrativa de Zeno Gandía, los dos fundamentos del canon. El peligro de que le pintoresquismo y la nostalgia se interpretaran como una propuesta reaccionaria era enorme.

El mundo urbanoindustrial seguía siendo interpretado como un atentado contra la ruralía. Pero los novelistas no podían evitar que el pueblo hiciera suyo aquel espacio en donde hallaba una promesa de mejoramiento social y económico de acuerdo con el mito progresista. La preocupación por sobrevivir en la urbe hizo acto de presencia con toda su fuerza y la idea neocriollista de “volver a la montaña” dejó de ser atractiva. La ciudad como esperanza fue el mito que el populismo en el poder, con su afán civilizador, impuso. La vida del emigrante del campo a la ciudad equivalía a una rueda de la fortuna en la cual nada estaba garantizado ni negado. El cambio acelerado se interpretó como un problema fenomenológico y existencial. Aquella escuela filosófica francesa, concebía el ser como una construcción constante a la vez que aceptaba que la vida podía ser una experiencia angustiosa y amarga. Una actitud pesimista ante las cosas del mundo animó mucha de aquella escritura.

El asunto del discrimen contra la migración puertorriqueña en Estados Unidos o la diáspora en Nueva York, un discurso que iba de la mano de la crítica del American Dream en tiempos de emigración masiva, también se impuso. El papel que se le asignó a Puerto Rico en la estrategia de los Estados Unidos durante la Guerra Fría bajo la presidencia de Harry S. Truman, preocupó a los novelistas. Un tema común fue la participación de los puertorriqueños en las guerras americanas derivadas del conflicto entre capitalistas y comunistas, asunto que nunca levantó el más mínimo resquemor cuando se trató del pasado hispano. se trata de un asunto persistente hasta la década de 1970 que nunca ha desaparecido del todo de la discusión nacional.  Por último, los novelistas  iniciaron una meditación sobre el impacto de los medios masivos de comunicación en la gente. El tema del consumo conspicuo y la enajenación social, propio de las izquierdas de su tiempo, es patente en la narrativa. Aquella preocupación también se patentizó en el pensamiento del caudillo populista Luis Muñoz Marín durante la última parte de su vida. Los medios masivos terminaron siendo despreciados por la intelectualidad como un instrumento de devaluación del saber. En general, se trató de una promoción que expresó una enérgica resistencia al cambio y una gran perspicacia en torno a hacia donde conducían al pueblo los cambios acelerados que acaecían en el país desde el fin de la II Guerra Mundial.



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