- Sonia Galindo
- Estudiante Graduada
- Pontificia Universidad Católica de Ponce
No obstante, en los últimos años se verá un desplazamiento más agresivo, lugares que representarán las nuevas posturas del puertorriqueño frente a la modernización y la globalización. Este es el caso de “El ejercicio de lo absurdo” de Max resto que, aunque se da en la inmediación de un sector de viviendas, se convierte en un tipo de parque o localidad habilitada para unas fiestas patronales. Todo se da como resultado de un accidente de tránsito que provoca el rescate de dos personas, pero se carnavaliza cuando los vecinos preparan fritangas para la venta, acceso a estacionamiento, las haitianas preparan un puesto de artesanías, y el alcalde se luce para adquirir votos. El cuento presenta el desplazamiento de una fiesta de pueblo o feria a los márgenes de las casas de los vecinos; del afuera hacia adentro. Por otro lado, “Mundillo” de Font Acevedo se desplaza al mall. El mall es una prudente representación del consumismo, del nuevo orden neoliberalista y de la globalización comercial. Es allí donde tres niños esperan a su padre, donde un envejeciente prácticamente reside para evitar la soledad de la casa, el lugar donde las parejas homosexuales y lésbicas se encuentran, insertan y sobreviven la norma heterosexual que impone la casa; y una pareja heterosexual que vive la separación en el mall pero afuera vuelven amarse como siempre. La multiplicidad, la diferencia, la horizontalización toman pleno control de los seres contrario a lo que predicaba el canon con el padre y la casa. La jerarquía desaparece, ya no se ve hacia arriba sino hacia los lados. En el mall impera el perspectivismo, cada postura es válida, sea para ver a otro ser humano, la fuente o el cielo a través del techo de cristal. Dentro del mall hay constante tránsito, sus pasillos se interceptan con la fuente donde vendría representando la sala de la casa. Es allí donde los niños deben esperar a sus padres por horas, el mall cuida de ellos, los domestica y los forma. Es también un escape de la soledad, un reconocimiento de sí mismo y del otro. La casa ahora queda relegada, sustituida.

Pedro Cabiya
Otro aspecto que se ha transformado con el tiempo es el padre. Hemos visto en la literatura del canon como la ausencia del padre trae consigo nostalgia, dolor, un hogar en detrimento, en resumidas cuentas trae desgracia. Cuentos como “Dos vueltas de llave y un arcángel”, “Los inocentes”, “El niño” y “La familia de todos nosotros” representan dichos elementos paternalistas. Un cuento que podemos leer dentro de este contexto, a la misma vez que el desorden cuando existe el matriarcado lo es “En la popa hay un cuerpo reclinado” de René Marqués. En este texto se presenta a la mujer como aquella que somete al hombre a sus designios y antojos provocando la muerte del hijo, la emasculación de su esposo y su propia muerte. La mujer no se ve en este cuento como el paraíso perdido o el arraigamiento al proceso edípico, sino al contrario, la misoginia es el elemento transformador del personaje masculino. Él ve a su madre igual que a su esposa, mujeres que no están complacidas con lo que él ha escogido ser o hacer. La frivolidad y debilidad de su esposa demandan de él más de lo que él puede dar, por esto es rechazado por las mujeres, excepto por la prostituta. Existe una visión de supremacía blanca cuando dice que Anita se conforma con los tragos en la barra y los cinco dólares y no se queja ni le duele porque no es bien nacida y tampoco blanca. Desde aquí vemos la percepción que tiene sobre la mujer blanca y negra. La negra es el objeto sexual que aguanta todo; la blanca es la que exige y evita darle placer sexual, no cumple como esposa. Presenta igualmente el hecho de que una casa dirigida por una mujer provoca la ruina, esto lo dice refiriéndose a la vieja casa de prostitución que tiene su balcón en ruinas. Toda su devastación como hombre viene gracias a las mujeres, veamos: “La principal es mujer, y la alcaldesa es mujer, y mi madre fue mujer, y yo soy sólo maestro…” Su desgracia y su insatisfacción como hombre reside en el poder que han obtenido las mujeres que lo rodean. Decide acabar con eso llevando a su esposa envenenada mar adentro y en medio del mar emascularse. En el viaje dice para sí:
…gobernando la nave, yo, por vez primera, hacia el rumbo que yo escoja, sin consultar a nadie, ni siquiera a ti, ni a mi madre porque está muerta, ni a la principal de esa escuela(…) ni a la senadora que demanda que yo vote por ella, ni a la alcaldesa que pide que yo mantenga su ciudad limpia, ni a la farmacéutica que exige yo, precisamente yo, le pague la cuenta atrasada(…) ni a la doctora que atendió el nene, ni a todas las que exigen, y obligan, y piden, y sonríen, y dejan a uno vacío, sin saber que ya otra había vaciado de sentido, desde el principio, al hombre que no pidió estar aquí… (139-140)
Asesinando a su esposa, mata con ella toda representación de esas mujeres que según él le exigen. Su misoginia, su impotencia ante el poder de ellas lo lleva al mar, a ese lugar de muerte, de inestabilidad y extrañamiento para obtener el impulso maligno de acabar con ella. Pues el mar es muerte.
Por otra parte, el aspecto de la madre ha ido transformándose. “Casa clausurada” presenta a esa madre, que es la casa, que es la familia, que es él mismo. En “No hay lugar como el hogar”, la madre de Brother Raphy es el motivo mayor para llegar a la casa, es a quien extraña y a quien venera. Pero en “Historia de tu madre” de Pedro Cabiya la mujer es la devoradora, la madre es más bien un monstruo que le succiona la vida y el cuerpo hasta integrarlo a su vientre materno. Para Duchesne, la monstruosidad que presenta Cabiya lo aleja de toda referencialidad sociocultural. Sobre este aspecto de la posmodernidad Díaz comenta que surge un gusto por la banalidad, que es “carente de simbolismo profundo o performatividad dramática y mucho menos trágica” (238).La violencia y lo absurdo logra posicionarse en esta nueva escritura. Por eso no debe sorprendernos que la prostituta, ya con atisbos de vejez, se convierta en una máquina de tiempo regresivo ocasionando la infantilización en vez del placer. Ella no lo acuna, no lo duerme como sucede en “Tiene la noche una raíz” sino que lo introduce en su vientre como un proceso reversivo. Su vientre es como un vórtice que se traga al hombre-niño. La nueva casa será el vientre, pero en contra de su voluntad, en contra de la norma y la ley de la naturaleza. L. F. Díaz dice en La na(rra)ción:
Curiosamente, sobresale de estos nuevos narradores el gusto por mujeres mitológicas, poderosas, meduseas. Son, por supuesto, construcciones masculinas de la mujer como sujeto de amplia agresividad y capacidad de absorción. Esto señala que estamos frente a una generación postedípica en la cual el arquetipo femenino resulta más amenazante. No hay tanto temor por el padre sino por la mujer fálica y devoradora, como en los cuentos de Pedro Cabiya. (229)
Con “Historia de tu padre”, también de Pedro Cabiya vemos una inversión de los papeles padre/madre. El joven llega a casa de la novia con un fuerte dolor de estómago y al llegar al baño se da cuenta que ha puesto un huevo. Aunque piensa en el suicidio y deshacerse del huevo bajando el inodoro lo medita un poco y decide llevarse el huevo a su casa. Cuida meticulosamente de, no uno, sino varios huevos de diferentes tamaños, colores y animales que ha puesto con el pasar del tiempo. A pesar de la vergüenza que sintió al principio por su nuevo papel en la sociedad, tipo madre, se aplaca con el cariño que les tiene a sus hijos que al salir del cascarón desaparecerán dejando el rastro de su encapsulamiento y una sensación de ruina y soledad para el ponedor. El padre pierde el respeto que tenía antes en la literatura del canon, ahora es un padre con masculinidad debilitada al convertirse también en madre.
Si la mujer es una construcción masculina, según Díaz, entonces el hombre en este cuento presenta la posibilidad de construirse como mujer, reinsertándose otra vez en lo edípico y posicionándose como ente de ternura y amor contario a lo dicho por Díaz. Esto nos lleva al último cuento bajo estudio, “Epifanía” de Carlos Vázquez en el que el hombre afeminado, el hombre que se ha construido dentro de lo femenino al escoger su homosexualidad nos refiere a otro tema alejado del canon, la marginalidad.
“Epifanía” juega con las representaciones veneradas por la sociedad ubicándolas como enemigas acérrimas de su condición. La iglesia, Dios, La Virgen, el canon son derribados en el cuento gracias a la ironía, el sarcasmo y el pacto que ha hecho con el diablo. Expone la sensiblería canónica que no le permitirá el paso al “parnaso boricua”. Sabe que su homosexualidad transmitida en la narración impedirá el reconocimiento de sus propuestas. El humor negro, la apertura a lo vulgar prosaico, la exploración de lo prohibido será la representación de la alienación con las fuerzas opositoras del canon junto con el pacto, el vandalismo a la imagen de la Virgen, el odio a la iglesia, etc. Es justamente en ellos que radica la analogía del canon y del anticanon. Para poder acceder a ese parnaso debe “emular” las técnicas para luego adquirir victoria y ambición. Deja claro con esto que para entrar a la literatura del canon debe reincidir en los mismos temas y estructura, debe ser seguidor de los grandes. El personaje, que también se llama Carlos, logra liberarse de la muerte instantánea y del infierno teniendo sexo con el diablo. En esto, en el sexo, obtiene su epifanía, su libertad. Su elección sexual le da la libertad de escribir lo que desee y quiera. Sabe que no entrará en el canon pero también sabe que las imposiciones canónicas no lo obligarán a escribir desde su marginalidad.
José Luis Vega dice en el prólogo de Reunión de espejos:
El texto es el espejo. La escritura dibuja y redibuja el rostro histórico de la realidad. El rostro siempre es uno y otro. Su perfil ideológico se forma sobre lunas cambiantes. El rostro en el espejo. Así toda escritura; espejo sobre espejo. (17)
Es irónico leer estas palabras. Uno se pregunta hasta qué grado es posible la multiplicad de espejos mirarse sin producir lo grotesco; la repetición terminará transformándose en lo diferente, en cambios paulatinos que concluirán con lo monstruoso o lo feo. Esa multiplicidad trae consigo desunión, replanteamiento, indiferencia. Ya no se dibuja o redibuja, ahora simplemente se desdibuja o no se mira en el mismo espejo. Bien dice Díaz que “no hay sujeto ni objeto, sólo procesos desgravitados y desterritorializados en los cuales se ha perdido lo que nos parecía anclaje razonable y normal.” (238). La casa, el padre, el mar, la triada, la familia, la enfermedad todos han quedado relegados como valores de nuestra literatura y se han convertido en juguetes de una nueva literatura que prefiere la calle, la madre y el padre deconstruidos, el mar como amplitud y posibilidad, la individualidad sobre la familia, el mall como casa. Qué somos y cómo somos ya no son preguntas obligadas que se deben contestar en la nueva literatura, sino la posibilidad de ser el otro, de construirse una identidad sin miramientos al pasado ni al futuro, remitirse al presente afrontando con estoicismo las nuevas posturas del ser que el canon no soporta. Los escritores no canónicos como Agrait son ejemplos de la literatura de hoy. En su momento no parecía hacer mella en la norma pero el tiempo demostró que esa diferencia provocaría un paroxismo mortal. El paroxismo de la norma en el cuento puertorriqueño residió prácticamente en la tardomodernidad. Pero hoy la pérdida de sentido por el golpe de los escritores de los 70 ha resultado en la ruptura, en un golpe que ha desangrado a fuerza de ironía, juego y burla el gran monumento de la canonización. Claro está, solo es matter of time ver la fosilización de un nuevo canon.
Nota: Tomado con permiso de la autora de Contra-dicciones
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