Narradores 2010 : Fábulas en huelga, deja vú de un sueño


  • Mario R. Cancel
  • Historiador y escritor

Editora Educación Emergente deja al lector una memoria literaria y mágica de la huelga de abril pasado en la colección Fábulas en huelga (2010). La autora es la Dra. Lissette Rolón Collazo, promotora del diálogo en torno a lo queer y toda la inusitada alteridad que invade la vida y la crítica actual. La riqueza del texto es la misma que se degusta en la memoria, la crónica y el testimonio. Hay algo de pasión en todo ello: en estas fábulas se percibe la sensación del haber estado allí.

Fábulas en huelga

Los textos, vacilando entre el relato, la invectiva y la sentencia, expresan la impronta de la inmediatez, esa inigualable cicatriz –tatuaje acaso- de la primera impresión que tanto recuerda el sabor del piquete o el sudor que se vierte en la defensa de un acceso a la universidad en momentos de resistencia colectiva. Las fábulas se sienten como un fogonazo arracional, a la manera de una de las metáforas del saber más conocida de Federico Nietzsche: la que equipara el conocimiento con la chispa casual que sale del choque de dos espadas.

Disculpen el deja vú y la nostalgia

En 1981, cuando participé en una huelga en contra del alza en la matrícula, la situación era otra. La comunicación del animus que producía en los militantes aquel conflicto histórico, se reducía al acto privado del apunte o el diario: eran los tiempos del atropellado romerato, tan atropellado como su palabra, y mi generación apenas sabía escribir garabatos. Conservo el mío, con planos de defensa personal incluidos, en algún lugar de la biblioteca que entonces comencé a construir. Está muy cerca del archivo policiaco con mi carpeta de subversivo.

Huelga de 1981

Conservar la memoria personal de aquel trance era un acto de sagacidad: un acto de conciencia histórica. Luego vendrían los sociólogos y los historiadores a decirnos qué había sucedido, según lo imaginaban en su lenguaje de observadores distantes y maduros. El  proceso quedó inmovilizado en algunos libros publicados por la editorial de moda, que circularon poco y permanecieron como quistes obscenos olvidados y groseros en las colecciones de unos cuantos intelectuales curiosos.

Todos están en mi biblioteca. Los leí de rabo a cabo y en ninguna parte encontré el testimonio de la lujuriosa felicidad o del inmenso miedo que sentimos muchos ante la movilización de la Fuerza de Choque y la dispersión de la masa con gases lacrimógenos por la ciudad. Se trató de una memoria privada: por eso conservó su pureza. La carne de mi huelga de 1981 se circunscribió a algunos relámpagos inolvidables. El recuerdo de la toma violenta del Teatro, la defensa del hospedaje de varones, la huida alocada por la Avenida Universidad.

De (re)vuelta

El proceso de abril de 2010 rompió con muchas cosas. En cierto modo, es un hito del lenguaje. Los registros de la memoria se han multiplicado libidinosamente. El libro de Rolón Collazo y los elementos que adelanta, es@ sensual señor@ llamad@ Internet,  es una demostración de ello. Los huelguistas contaron con una variedad de medios de comunicación novedosos que, en ocasiones, inquietaron al poder más de lo imaginado. Digo más de lo imaginado porque la Universidad contaba con medios similares.

Huelga de 2010

Lo patético es que esa «ventaja» nunca significó que el proceso fuese mejor (o peor) comprendido por el común de la gente. La idea el barbudo rebelde, triste caricatura del Che en tiempos de depilación corporal, o la consigna de que se trataba de una minoría vociferante que no representaba a nadie, volvió a brotar de la boca de las autoridades. Cuando alegaban aquello, estaban pescando en río revuelto, dependían de la larvada ignorancia de la comunidad. ¡Increíble! El discurso manido volvió a surtir efecto.

Como por arte de magia tuve un deja vú del 1981, igual que en el 1981, muchos tuvimos un deja vú que nos condujo al 1973, al 1969, al 1948.La ignorancia de las autoridades y de buena parte de la comunidad es pedestre y graciosa. En 1981 no se luchaba contra el ROTC y el SMO. Se luchaba por el derecho a la educación cuando la misma comenzaba a metamorfosearse en una mercancía. En 2010 se lucha por el derecho a la educación cuando su metamorfosis en mercancía esta casi completa. Una lección aprendí de las dos pruebas: por más gente que reúnas para una huelga, siempre serás una minoría vociferante. Te verás como un barbudo rebelde a pesar de la depilación corporal. Y aunque no escuches trova cubana y te guste el reguetón o el dark metal, te percibirán como un fósil de la Guerra Fría.

El libro y la magia

La literatura creativa en torno a las luchas estudiantiles en Puerto Rico no es muy numerosa. Literaturizar un asunto serio, trágico en ocasiones, no ha sido una prioridad de los militantes escritores: el militancritor ha sido una rareza en el país. Pero ¿qué podría impedir que ello sucediera en tiempos de la huelga espectáculo, de la huelga preformativa? Nada. La lucha por el rescate de Vieques, ¿terminada?, en el 2003 fue literaturizada de inmediato. Las luchas en la Postmodernidad también son distintas: hoy se puede gozar enfrentando la maledicencia del poder.

Fábulas en huelga es un modelo de ello. Entre fotos, consignas y textos narrativos incisivos, Rolón Collazo devuelve al lector la experiencia radical y sencilla de la huelga. Lo que domina su lenguaje es la sorpresa, la extrañeza, el umheimlich. No podía ser de otro modo: a cualquiera sorprende la voluntad de cambio de una generación de jóvenes inmersos en la voracidad del mercado. Dispensar tiempo para sentir el país, la Nación dirán algunos, cuando están rodeados de las tentaciones del Mercado Tecnológico de Consumo, es una proeza. Pero si además, pueden convertir los recursos de ese mercado en un instrumento de lucha y en un arma, entonces se trata de magia. Las Fábulas… de Rolón Collazo celebran esa posibilidad maravillosa y vuelven a encontrar en la juventud universitaria activista la promesa de una Primavera. La pregunta es obligatoria ¿será posible que estemos ante un 1968 en el 2010? ¿ante otro mayo en abril? Rolón Collazo asegura que sí.

Fábulas en huelga instituye la red de protagonistas y antagonistas en pugna, a la vez que documenta las pasiones que los animan. La tribu, los imperativos que exigen la fidelidad a un poder ilegítimo y el inmovilismo que produce, son la materia cruda de la que se parte. Las resistencias, la rebelión germinal, la constitución del desobediente en una esperanza más allá del ámbito institucional, la idea de que la Universidad, sus pugnas y sus soluciones son un barómetro para comprender el todo social, legitiman el discurso esperanzado que acecha detrás de estos relatos.  Espero que los malos augurios no silencien esa esperanza en pugna y que la esperanza aprenda otra vez a conspirar. Se los digo desde 1981: la herencia de la lucha es la lucha.

Los interesados en adquirir un ejemplar del volumen comentado visiten Editora Educación Emergente

Vea además UPR, Primavera 2010: Huelga como cátedra en la calle

Mirándome al espejo…


  • Mario R. Cancel
  • Escritor

Una de las cosas que aprendí primero fue que la lectura y la escritura eran hermanas germanas. Eso no fue todo. Se trataba de dos perversas siamesas que me acechaban mientras tocaban un organillo, como las que ayudaban a robar los sueños de los niños en un filme de Jeunet y Caro. Estaban pegadas por un nódulo que salía de sus cabezas. Yo tendría 14 años.

Estaba leyendo un libro de Neruda mucho antes de que el poeta comprara la Isla Negra. Mi madre me lo regaló después de un largo viaje a una librería en la ciudad. Semanas antes había chocado con Ortega y me encontraba en una disyuntiva. Pero ser masa o superhombre no era una preocupación pertinente para la edad.

Por entonces se suponía que corriera bicicleta y estuviese a la vela de las piernas flacas de una vecina o de una escolar. Pero las niñas preferían al Ganster, que estudiaba conmigo. Resultaba menos aburrido que yo. Por esos días emergieron las hermanas y, entre las dos me robaron los sueños. Mirándome al espejo descubrí que no era más que un nerd y la situación me gustó.

Ellas

***

Las dos chicas inicuas me poseyeron cada vez que quisieron. Desde entonces las sentía moviéndose por mi cuerpo. En ciertos momentos el placer era inmenso. Se agarraban de las falanges, se introducían debajo de las uñas o tomaban por asalto las yemas de los dedos. El lápiz o la tecla eran sus víctimas. Me nublaban el iris para que viese mal la realidad o pinchaban con sus largas garras mis ondas cerebrales y me arrancaban del cosmos.

La imagen deformada del mundo me agradó. Verlo tal cual decían que era resultaba aburrido. Era como vivir con un apuntador en un gran teatro donde todos los parlamentos estaban prescritos sin que nadie te dijera porqué. Mis dos ciegos apéndices no convenían con aquella perspectiva. Me agradó la irresolución y las pocas garantías de todo aquello. Mirándome al espejo descubrí que me habían convertido en algo así como un anarquista y la situación me gustó.

***

Tengo 47 años y las dos infames mancebas siguen allí. No quiero que se vayan. Nunca lo quise. Me agrada como se manosean y me manosean. Me gusta como bisbisean cosas impúdicas cuando me siento ante el teclado o juego con los gatos. Nietzsche, el joven, retoza alevoso sobre un libro y Tao, el viejo, ya me ha enseñado a contemplar y meditar el mundo. También supe de la violencia y guardo mucha de ella en el archivo de la memoria por si acaso hace falta.

Dos hermanas germanas: lectura y escritura. Un gato que juega y otro que medita. Mirándome al espejo descubrí que me había convertido en un escritor y no me desagrada. Con ese pequeño ejército confronto cada cosa. Las dos lascivas chicas me lo han hecho saber.

El escritor es un intérprete, un esquivo ser que teoriza.  Ante el fin de los sueños, inventa una frágil estructura en la que habita. Esa fragilidad es todo lo que posee. Las siamesas me lo han dicho mientras ríen de manera libidinosa porque saben que no tengo remedio. Mis dos gatos duermen. Nunca aprendí a correr bicicleta.

Tomado de la colección inédita Relatos y otras ignominias. Corresponde a la ignominia número uno. Publicado originalmente en Letras nuevas 1.1 (2007): 51.

 

Cincuenta


  • Mario R. Cancel

…a las 50  hijas de Dánao, por la cantidad

Anoche me encontré de frente con la situación. Parecía un abismo insondable. Me habían dicho que tenía el aspecto de una quimera y que podía resultar peligrosa. Ya había pasado por la experiencia con anterioridad. Mi padre y mi madre la habían pasado. Mi hermano también, y todos siguen vivos. La incertidumbre de la situación no me tomó desprevenido.

Les Danaides de Jan Frans Deboever (1927)

Me había armado con precisión para ello dos días antes y, mientras todos celebraban su Noche de Brujas y yo me preparaba para mi Día de los Santos, a la vez que divagaba sobre la naturaleza disfuncional de la familia Simpson, aguardaba por el momento preciso. Abrí una botella de benedictino. Miré y olí el contenido de aquella leyenda del siglo 16 y reflexioné sobre la prudencia de tomarlo con café gourmet, solo o en las rocas.  Pero hay momentos en que uno desea saberlo y sentirlo todo: solo en su soledad, el licor me sugeriría todos sus secretos. Me tomé dos tragos en la semiosuridad de la habitación mientras los gatos oteaban los fantasmas que nos visitan ocasionalmente.  La bebida dulce y caliente, espesa y oleosa, me hizo revivir esa olvidada tradición monacal que siempre conservo, oculta tras la mundanalidad que proyecto ante todos.

Una vez el historiador Juan González Mendoza, cuando llegó a sus 50, me dijo que después de esa frontera la cuestión era resignarse a comenzar a bajar. Aquel día habíamos estado manejando manuscritos del siglo 19 en la que había sido una de las residencias de Lola Rodríguez, la poeta. Los 50, el medio siglo, eran para él como una cima desde la cual se podía observar una abultada e inconexa sombra de lo pasado, a la vez que se podía auscultar el boceto de un provenir que ya no sería tan largo. Se trata de un punto enclavado en la nada.

Me miro en el espejo: los ojos resaltan sobre todas las cosas. Hablo conmigo: Soy difícil de convencer en torno a asuntos que no tengan relevancia para mí, es improbable que lo que pienso que es una pequeñez me moleste en demasía y me olvido con rapidez de todos los malos ratos para abrirle espacio a los excelentes recuerdos. Dejé la Revolución enterrada entre los libros de mi biblioteca y ahora me decico a vivir. Estoy listo.

Me preparo para comenzar a bajar: Nietzsche y Kundera me acompañaran en esta situación de incertidumbre desde la década del 1980. Tengo que convencerme de que tengo 50 años, exactamente eso, ni más ni menos.  Voy a darme otro trago de benedictino…

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