- Sonia Galindo
- Estudiante Graduada
- Pontificia Universidad Católica de Ponce
Demos paso entonces al tema de la casa, empecemos con tres cuentos representativos del canon: “Dos vueltas de llave y un arcángel” de René Marqués, “Los inocentes” de Pedro Juan Soto y “El sapo en el espejo” de Emilio Díaz Valcárcel. En el primer cuento hay una niña que es abusada por un vecino y su padre decide echarla a la calle por puerca y sucia. Una prostituta la recoge y la vende a un chulo quien la viola en varias ocasiones. La mantiene encerrada bajo llave para aplicar el control total sobre ella y alejarla del mundo que le rodea. Cuando ella pretende escapar, su dueño le corta la espalda hasta que ella lo acepta como un ángel que viene a acariciarla. En este cuento es importante ver las características de Miguel, el chulo, puesto que hace referencia a las particularidades de un anglosajón: rubio, de ojos verdes y de fuerte fisionomía; aunque ella lo asimila con San Gabriel Arcángel. En adición, en la calle se verán marinos por doquier buscando sexo. Claramente, observamos como Marqués ha presentado a la niña abusada como Puerto Rico y el que la ultraja y la vende para sacar dinero es Estados Unidos. En su condición de vivir encerrada siempre tiene nostalgia de volver a ver los árboles y los ríos. Su fijación reside en la nostalgia, en la mirada al pasado. Sugiere el cuento que por falta de una familia y un padre esta se ve obligada a prostituirse. La ausencia de la figura paterna la lleva al desorden de su existencia teniendo que sustituirlo por su opresor. El cuarto donde ella está obligada a permanecer se vuelve una extensión de la calle con sólo dos vueltas de llave que permite la entrada de los solicitantes sexuales. Al estar cerrado el cuarto ella aspira a su tierra.
“Los inocentes” de Pedro Juan Soto es también un cuento que participa de los postulados del canon sobre la identidad nacional. Aquí el padre está ausente; sin embargo, la triada se da gracias a la madre abusada por su hijo, el hijo que sufre de retardación mental y la hija mayor que trabaja en una fábrica. El cuento toma lugar en Estados Unidos, dando a entender que son emigrantes de Puerto Rico. El niño está enfermo. El narrador sugiere que es consecuencia de abandonar la patria. La descripción de la hija reside en argumentos de vanidad y frivolidad mirando su rostro y su cabello en el espejo con detenimiento. La hija decide llevar al niño a un manicomio para que le den el servicio que necesita y no maltrate a su familia. Soto expone la decadencia moral de la familia gracias a la ausencia del padre y la salida del país. Menciona en varias ocasiones el hecho de que el niño estaba mejor en Puerto Rico. Esta postura de la mujer dirigente traerá a colación una posición misógina que más adelante estudiaremos.
“El sapo en el espejo” de Valcárcel nos lleva también al aspecto de la casa y de cómo la guerra daña un hogar al provocar la amputación de las piernas del hombre. Éste siente que no puede complacer a la mujer, no puede cumplir con su papel de hombre de la casa. Su esposa cansada de discutir sale a la calle, pero allí reconoce su posición de mujer sufrida y vuelve para encontrarse a su marido croando y saltando como un sapo. Es interesante como las voces de la vecina con su amante, voces que llegan desde la pared, van determinando quien es él. Sin embargo, no es una voz de la calle, sino que puede escucharse desde el interior de su casa como un criterio de su personalidad. Esa casa y las voces que vienen de afuera demarcan quien es él; claro está, la consecuencia es su locura, la enfermedad mental viene por factores exteriores y se ha infiltrado al interior de la casa y de él. Esto cumple con los requisitos de la analogía de que Puerto Rico define quien es desde adentro, pero la voz de afuera, lo que el gobierno de EU opina y ordena sobre la participación de los puertorriqueños en la milicia, provoca el caos y la desestabilización.
Bajo este mismo tema podemos estudiar “La Galería” de José Luis González en que presenta al hijo que se ha marchado de su casa pero “no lo suficientemente lejos”. La galería es un cuarto de la casa donde se reciben las visitas de gente importante y es donde los dos padres de las dos triadas permanecen hablando. Los hijos recorren las afueras del campo con la complicidad de un encuentro pasional -esto nunca ocurre dentro de la casa cuando se trata de canon- las mujeres, madres, están en la cocina haciendo sus labores obligatorias de vivir en el patriarcado. El hijo ve la injusticia que se celebra en una familia y se calla en la otra; nunca se protesta porque la familia no debe nunca llegar a discusiones de discrimen o supremacía racial. El silencio molesta al hijo pero este permanece recordando, bajo nostalgia agresiva, la casa, el camino y el hogar. Ya en este cuento comienza a explorarse lugares intermedios que rodean la casa como el camino y los alrededores.
Sin embargo, en 1972 publica Gustavo Agrait su cuento “El pecado” en el cual el príncipe rico, de un país desconocido, deja todo para convertirse en asceta pero dentro de su corazón habitaba la nostalgia y el deseo por volver a su hogar. Al morir se sintió “el rumor de alas membranosas” y un desagradable “olor a azufre” por su viaje al infierno. Quizás por esta ruptura con la norma Agrait no entró dentro del canon. Podemos decir que esa nostalgia por la casa trae una maldición a la vida presente y futura de un ser humano. Pensar en la casa, para Agrait, implica muerte segura, nunca paz y balance. Interesante el aspecto que reinicia el uso de personajes extraños a nuestra colectividad y hemisferio como en el pasado lo hacía el modernismo.
Siguiendo esta ruptura con el tema de la casa debemos mencionar “Casa clausurada” de Manuel Ramos Otero. El simple hecho de llevar toda la narración desde la puerta de la casa, puerta que se mantiene cerrada hasta el final provoca una especie de miedo en el personaje que teme de encontrarse con su pasado, prefiere su actualidad. Notablemente, el lugar donde ocurre la trama no es dentro de la casa sino en el pórtico, en la entrada, frente a la puerta cerrada. Este lugar intermedio propone un desplazamiento de la casa hacia márgenes inexplorados. En “El telefónico” de Luis López Nieves, por ejemplo, la casa es devoradora, es la que provoca la decadencia de este individuo que se encierra permanentemente en su casa para hablar por teléfono. El teléfono es su interacción con el mundo, su salida a la calle. Su temor provoca su consumación. El miedo a la calle y el encerrarse en la casa destruye al individuo. Es claro que estos dos cuentos presentan una violación a la reverencia de la casa. Uno teme entrar para no revivir el pasado, el otro demuestra como la obsesión con la casa (la identidad y lo nacional) sin miras a abrirse al mundo enajena la vida y la posibilidad de desarrollo.
Es curioso ver como en este nuevo fluir de la literatura todavía se intentaba escribir desde la mirada del canon, el mejor ejemplo lo es “La familia de todos nosotros” de Magali García Ramis. En este texto la tía de la familia sufre de lo que el tío Geño y Lydia llamarán derrotismo. Encuentran, a través de una auscultación en el árbol genealógico, que es una nostalgia por la casa paterna y por su tierra. Toman entonces la medida de restregarle tierra en los pies para que logre mejorar de su derrotismo y depresión. En el cuento se emiten ciertas aseveraciones que nos recuerdan el eñangotamiento en Insularismo cuando el tío Geño (en este caso el representante del padre) dice:
…Nosotros somos por naturaleza derrotistas, está en todos estos documentos. A unos les da por morirse, a otros por olvidarlo todo bebiendo, otros se ponen a trabajar como animales–hacemos lo que sea con tal de no pensar en la situación, en esta vida que llevamos. Somos fuertes porque aguantamos, pero desde que nacimos, nacimos ya sintiéndonos derrotados.
A esto Lydia le contesta que también hay otros que además de enfermarse, les da por irse, refiriéndose a su tío Geño que vivía en Nueva York. Es también notable el valor que se le da a la casa cuando aseveran “no hay casa como la paterna”. Al final termina con la frase: “cumplía un siglo de ser familia y todavía no se conocía bien ni conocía bien nuestra tierra. “La familia de todos nosotros” brinda una importante posición jerárquica al padre, una valoración extrema a la casa y a la tierra. Los argumentos utilizados, claramente canónicos, exigen a su vez una reflexión de los puertorriqueños a su condición de derrota, demandan una mirada permanente a la historia, al pasado que lo conforma para entenderse y conocerse, para no repetir los mismos errores. Asimismo, el cuento es más bien un texto de enseñanza para que Puerto Rico reflexione sobre sus decisiones y no vuelva a repetirlas. En cambio, fundamenta el conocimiento para lograr amarse y conocerse como país, aumentar su orgullo pero con más definición en su identidad.
Nota: Tomado con permiso de la autora de Contra-dicciones
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