Narradores 2000: Josué Montijo, El killer


  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Catedrático de Historia y escritor

 

Montijo, Josué. El Killer. San Juan: Callejón, 2007. 135 págs.

Un ciudadano decide matar a todos los tecatos sin que ello deba interpretarse como la voluntad del clásico «Vigilante» o castigador justiciero. De lo que se trata es de un simple terminator a la manera de James Cameron. La meta de corregir una falla en el mundo social, ha sido sustituida por el placer de matar, por la belleza que reporta el asesinato. Esa no es una novedad literaria pero todavía molesta a numerosos puristas.

Josué Montijo

Josué Montijo

La violencia cruda se ha transformado, de mera pulsión, en un ejercicio estético, lúdico y liberador en numerosos asesinos seriales. Por eso el serial killer es uno de los mitos urbanos más poderosos del siglo 20. Los medios masivos de comunicación han transitado desde el extremo de la recreación del malévolo y sanguinario Jack the Ripper, hasta la dulce imagen de Dexter protegiendo a su hermana desde su doble vida de forense y asesino en serie ritual.

Josué Montijo introduce el fenóemno en el Puerto Rico suburbano ficticio en El Killer. El lenguaje empresarial y el mediático con el que manufactura la empresa asesina, ofrece pistas sobre su proyecto: de Kill a Tec a Operación Max Payne hay un tránsito enorme. Pero también una reiteración de ciertas experiencias del mundo global altamente tecnologizado y del control de calidad que todo proceso de reproducción de capital requiere. Asesinar con eficacia reclama el perfeccionamiento de ciertas destrezas.

La lógica de la violencia in crescendo de la narrativa de los juegos electrónicos parece estar presente en El Killer. Los niveles de dificultad, cada vez mayores en cada asalto, conduce a un nivel extremo de complejidad que, una vez dominado desalienta al asesino-jugador. El desaliento conduce a la búsqueda de otro juego. La narración literaria de Montijo está invadida por artefactos no literarios literaturizados.

Las armas de este asesino, una Striker 12 y una Intratec 9, no sólo refieren a un signo fálico poderoso. También sugieren un medio, como el lápiz o el teclado, que permite redactar un discurso respecto al mundo. Por eso el silenciador es un profiláctico y el asesinato un acto placentero y erótico-creativo. La apoliticidad y el vacío de «principios» que afirma Juan B. Aybar, pueden ser interpretados como una metáfora de la crisis de la esperanza que muchos adjudican al pensamiento en la postmodernidad.

Montijo_KillerEn esta novela, como en otras tantas narraciones de los últimos años, el referente último de la realidad, los soportes sobre los que imaginariamente se sostiene, son esos espacios virtuales o pararealidades configurados por la pantalla y el mundo digital. Sobre ese principio Montijo elabora una discusión en torno a la escritura literaria que parece aceptar su devaluada situación en la era global como una oportunidad que hay que aprovechar.

La escritura aquí ha perdido buena parte de su dignidad. En la praxis se convierte en un «robo» (49) o un plagio abierto. A veces es un simple lenitivo a fin de acelerar el proceso de liberación de una «neurosis» (95). El carácter grandioso de la escritura, el que se le adjudicó en el mundo moderno y que significó la idea del autor como una fuerza moral, no aparece por ninguna parte.

Josué Montijo deja con El Killer una novela que clama por un peculiar tipo de liberación: aquel que ha impuesto un orden en etapa de caducidad. La única manera de librarse del mismo parece ser la afirmación de esa individualidad radical que deja al ser humano más allá de sus restrictivos límites.

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