Narradores 2000: Pedro Cabiya, Trance


  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Catedrático de Historia y escritor

 

Cabiya, Pedro. Trance. Santo Domingo: Grupo Editorial Norma, 2008. 129 págs.

Trance, el más reciente título de Pedro Cabiya, no es una narración convencional. Se trata de cuatro relatos fantásticos independientes que se intersecan casualmente por medio de ganchos o acontecimientos fortuitos. La celebración de la discontinuidad por medio de estas fabulaciones distantes las unas de las otras, alcanza en este texto un nivel superior.

El estilo de Cabiya se personaliza sobre la base de un procedimiento que ya se ha consagrado en numerosos relatos largos de última generación. La novela clásica como monumento unitario y poseedor de una arquitectura coherente que aspira reflejar la realidad, no se encuentra por ninguna parte.

Pedro Cabiya

Pedro Cabiya

Se trata de una táctica propia de los antirrealistas y los vanguardistas. En André Gidé, la novela episódica surgió de la quiebra de la novela realista-naturalista madura. Su laboratorio fue la narración esteticista de fondo gay, Los monederos falsos, publicada por Gallimard en 1925. En Cabiya la novela episódica se consigue de otro modo: aquí es producto de su penetración en el mundo del cuento mediante un procedimiento simbólico de reacomodo de relatos paralelos y mediante la construcción de conexiones entre ellos. Ya no se trata de una novela ni de una colección de cuentos en el sentido clásico de la palabra: se trata de una narración postmoderna abierta.

Si se trata de asociarla a una figura de la geometría euclidiana, Trance es perfectamente circular. La sorpresa y la incertidumbre que deja en el lector el primer relato, «Perro,” se resuelve del todo cuando se termina la lectura de aquel que cierra el volumen, «Participante». La tentación de un lector como yo es la de volver al inicio, como si se encontrase al cabo de un ritual de eterno retorno.

Los escenarios de estas narraciones sobreexceden las posibilidades de la realidad y la lógica. «Perro» es la conciencia desesperante que tiene la mente de un hombre cuyo pensamiento está atrapado en el cuerpo de un can que se encuentra con la muerte. El escenario de la barriada suburbana y los numerosos detalles escénicos, ofrecerán a lo largo del resto del libro pistas al lector para que sea capaz de insertarse en aquella realidad alterna.

«Poeta» es la historia irrisoria de un joven púber subyugado por la inseguridad y las manipulaciones de su novia y sus amigos. La historia recuerda un poco la experiencia de la lectura del texto «Miopía», cuento publicado en 1995 en la antología El rostro y la máscara. El chico y sus socios serán las víctimas fortuitas de un gatillero sin control.

Cabiya_Trance«Pato» es la historia de ese gatillero, un post-gay que se enamora perdidamente de un asociado convertido en amante casual y sufre. Tras enterarse de la relación de su amigo Wichi con Sandra, sufre un arrebato de celos que le conduce a un estado de vesania durante el cual asesina impunemente a cinco jóvenes adolescentes.

«Principiante» narra la aventura del ser que ha forzado la invasión del cuerpo del perro y ocupa el del ser humano que ha sido desalojado. Se trata de un relato de conspiraciones pre-apocalípticas muy bien escrito con algunas alusiones a la idea del séptimo día agustiniano del cristianismo primitivo. En su afán de comunicarse con sus superiores, el ser que anima a Figueroa, provoca el suicidio de la mujer de este. Ciertos códigos lingüísticos del griego antiguo, el aruaco insular y el hinduismo clásico, sirven para elaborar el dialecto en el que este ser extraño se comunica con sus agentes.

Se trata de historias ridículas, extrañas, irregulares, atroces o tremendas, que parecen recogidas del referente inmediato para la construcción de la idea de la realidad en el mundo postmoderno: los medios masivos de comunicación social típicos de la era digital. Los grandes problemas se explican mediante metáforas que confían en la veracidad de la virtualidad.

El Vocero (18) o Playboy (54), la música digital que se escanea electrónicamente en un radio (64) y cuyo escándalo aísla al oyente del mundo social, la imagen del ovni y el alienígena en miniatura en el sueño de Cano (81-83), o la alusión de Carmen a una situación vista en el Discovery Channel para entender la presunta locura de Figueroa (100), parodian el hecho de que la gente comprende el mundo tras mirar una pantalla, como antes intentó aprenderlo leyendo un libro llamado Biblia. Por eso la parodia del lenguaje escatológico en Figueroa, el asunto de la Parusía, es tan eficaz en el cuarto relato.

Por último, la violencia morbosa con la que aquí se juega, es tan poco convincente como la que se obtiene de la pantalla al ejecutar un juego electrónico. La sangre siempre es demasiado roja o demasiado diluida en una pantalla HDTV. Los ritmos in crescendo de la razia que produce el Cano, resultan más cómicos que escandalosos. Me parece que esa ha sido la intención de Cabiya. Lo que está detrás de este texto es otra lógica: más allá del cuento, más allá de la novela y más allá de la realidad. El relato postmoderno tiene en Pedro Cabiya un maestro.

Narradores 2000: Pedro Cabiya, La cabeza


  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Catedrático de Historia y escritor

Cabiya, Pedro. La cabeza. San Juan / Santo Domingo: Isla Negra editores, 2007. 61 págs.

Sobre La cabeza de Pedro Cabiya

Pedro Cabiya ha sido considerado uno de los escritores más originales de la promoción más reciente de narradores puertorriqueños. Las razones son varias. La primera parece ser que sus textos deconstruyen lo poco que quedaba vivo de la preceptiva del relato moderno en obras de ruptura tales como Figuraciones en el mes de marzo (1972) de Emilio Díaz Valcárcel, y la Guaracha del Macho Camacho (1976) de Luis Rafael Sánchez. Ello convierte su trabajo en una revolución en la revolución, o en una trasgresión de la trasgresión.

Pedro Cabiya

Pedro Cabiya

La segunda tiene que ver con un giro en el lenguaje de su narrativa que le aleja de la tradición de la generación del 1970. En Cabiya la festividad paródica se maneja de un modo alternativo. La experimentación con lo fantástico en Historias tremendas (1999) e Historias atroces (2003), ubicaron aquellos textos más allá del surrealismo psicológico y del realismo mágico extremo, y superaron el experimento con los sociolectos del mundo mediático que fue el elemento dominante en la discursividad hasta los años 80. En Cabiya el proceso de traición de la realidad material social, lo que denomino la irrealización del cuento, fueron completos.

Los núcleos de fabulación de las narraciones de Cabiya se elaboran sobre la base de elementos tremendistas y absurdos y una serie de intertextos atrevidos de origen variado. Todo ello le da a sus libros un fuerte componente retrógrado que viola toda lógica formal. La parodia de la lógica y las convenciones produce una comicidad extraña que llama la atención sobre lo inadecuado del orden o el cosmos cuya validez se presume sin cuestionamientos.

Un aspecto clave de ese tipo de escritura es la manera en que afirma la fragilidad de los valores aprendidos y los acuerdos sociales. Se trata de una manera de protestar contra una imagen del mundo socio-cultural tal y como las prácticas del llamado buen gusto sugieren que se asuma. Los antecedentes de los referidos procedimientos pueden estar en una variedad de tradiciones.

La lúdica transvaloración axiológica que proviene de la propuesta de Friedrich Nietzsche puede ser considerada un antecedente intelectual con toda su carga irracional y dionisiaca. Otra puede ser una tradición cinematográfica asociada a los hermanos Rodríguez y a Quentin Tarentino, entre otros. En la misma conviven las técnicas del splatter o gore, con elementos del scifi que, por su acumulación, producen un efecto cómico o grotesco: el lector decide como los apropia. Se trata de un tipo peculiar de tremendismo icónico invadiendo los textos escritos.

Por ambas vías ciertos anti-valores de la desabrida civilización cristiana occidental tales la violencia, el crimen, la sensualidad, la concupiscencia, la anormalidad, entre otros, se apropian como recursos estéticos válidos. Esa práctica puede asociarse a un De Quincey, un Malatesta o un Marinetti en tres siglos distintos, lo mismo que a las generaciones “ácratas”, “malditas” o “decadentistas” que periódicamente han cuestionado el canon sin la menor reserva.

Cabiya_La_cabezaUn recurso distintivo del estilo Cabiya tiene que ver con el juego con elementos de la alta tecnología de consumo y la tecnociencia aplicada que se afirma como un nuevo dios en la postmodernidad y la era global. El medio permite penetrar esos nuevos paraísos artificiales / virtuales que sustituyen la realidad con una pararealidad inédita. La mayor parte de los procedimientos referidos son evidentes en la obra que hoy se discute.

La cabeza es una novela corta que cuenta la historia de Gloria y Daniel, una joven pareja de amantes. Al momento de salir para su viaje de bodas sufren un aparatoso accidente de tránsito que deja a Gloria convertida en un homúnculo. La chica sobrevive atada a una serie de máquinas que garantizan su vida biológica y la ayudan a construir una realidad virtual en donde su condición de mujer físicamente incompleta es borrada. Ciertos dispositivos le permiten sentir un cuerpo que no posee. El creador de aquella máquina ha sido Ezequiel, hermano de Daniel, un Dr. Frankenstein postmoderno que funciona como un pequeño dios a la manera de un científico loco reinventado del cine gótico. El hecho de que todos los personajes posean nombres con un significado esotérico en la tradición judía y cristiana no debe ser pasado por alto. La casual Gladys es la única excepción: su nombre significa “la alegre.”

Gloria y Daniel son dos seres desgraciados que se humanizan por medio de una sexualidad desenfrenada. Daniel es amante de Marta, su secretaria. La enfermera Raquel es el objeto sexual compartido por Daniel y Gloria. Como se verá, se trata de mujeres voluptuosas que se afirman en la sexualidad y el retozo con el cuerpo. Daniel ama eróticamente a su mujer en el cuerpo de otras. La sexualidad se práctica en lugares por demás pedestres.

La solución del conflicto es morbosa y fantástica: montar la cabeza de Gloria en el cuerpo de Marta y conservar la cabeza de Marta dentro de una caja en un estado de artificial de virtual felicidad. Al cabo la Gloria con cuerpo de Marta abandona a Daniel para irse con Raquel: el apetito homoerótico vence el apetito heterosexual.

La parodia es total: las fronteras entre lo real y lo virtual, lo verosímil y lo inverosímil, se diluyen. La legitimidad de los sumos valores románticos tales como el amor, la fidelidad y la piedad, queda erosionada. Daniel termina solo y se ve precisado a recurrir a su nueva cabeza: la Marta sacrificada por el deseo de recuperación del pasado.

Interpretar el relato La cabeza no ofrece muchas garantías al lector. Disfrutarlo es una opción más apropiada: es mejor integrarse al juego que propone Cabiya que intentar racionalizarlo. Se puede elaborar una filosofía de la relación de lo real y lo virtual o de la naturaleza del yo en la postmodernidad a través de La cabeza. Pero no creo que valga la pena. En Cabiya el divorcio del significante y el significado ha sido siempre un proyecto conciente.

Los recursos invertidos en el relato son varios. La narración no lineal y los episodios a la deriva en esferas de espacio-tiempo anacrónicas son distintivos. La estructura general se establece al paso, acorde con la capacidad del lector para montarla. Sin embargo, todo cae en su lugar con facilidad. Cabiya se ocupa de ofrecer pistas concisas para que el lector no se pierda: los largos subtítulos de los fragmentos son una forma de síntesis de su contenido. Una alusión suelta al físico teórico Stephen Hawkings y al mediático Dr. Frankenstein, están presentes en la textualidad.

Un lenguaje transparente, lejano al neobarroquismo que dominó la narratividad del 1970, completa el cuadro. La narración ofrece un interesante balance entre los diálogos, la narración y la descripción. La cabeza es un relato maduro que aunque conserva muchas de las características de las Historias tremendas y las Historias atroces patentiza la capacidad de revisión de este autor puertorriqueño.

Crónica de una visita a San Germán


A Luis Lopez Nieves y Vibeke Betances, amigos…

  • Mario R. Cancel
  • Escritor y profesor universitario

Era la noche del 16 de noviembre de 2009. Había llovido toda la semana en San Juan y, en San Germán, apenas caían las primeras gotas de uno chubascos impertinentes que animaron las calles desiertas de la aldea fundada hace 499 años en un lugar llamado Guainía. La vieja historia de las «dos ciudades» se repetía como una letanía simbólica.

Yo estaba conciente de que aquella noche ocurriría algo extraordinario, espectacular y espantoso, como en los cuentos de Edgar Allan Poe o lo de Pedro Cabiya. Se lo había dicho a mi mujer:

-Maribel, cuando se arriba al día 15 del que será tu cincuentenario, cualquier cosa puede suceder…me consta. El problema es que esas fecha solo acontecen una vez en la vida. Mi única evidencia era mi intuición y eso me parecía suficiente.

Ella me miró con sus ojos pequeños y amorosos de siempre, llenos de bondad y tiempo. Me necesitaba al otro día para cumplir con ciertas tareas que consideraba impostergables: fotografiar a ciertos amigos, llevarle un cargamento de flores frescas procedentes de una funeraria a un lugar específico de la universidad, pagar la gasolina de la guagua y descargar un programa electrónico en una procesadora conectada a una pantalla gigante que me atemorizaba.

Fue como la ocasión en que tuvimos que ir al Cuartel de Ballajá y yo estaba muy enfermo. Por esos días Nietzsche apareció por casa y nunca más se ha ido. Aquella noche remota tuve que arrestar a una terrorista enmascarada que jugaba insistentemente con las partes de un reloj gigante con intenciones de alterar la estabilidad de Cronos. Entonces yo era agente de efebeí, un oscuro hombre de negro clandestino que merodeaba entre la multitud que miraba aquello con asombro.

¿Por qué me llegaba aquella imagen del 2004 a la memoria en una noche húmeda y fría de San Germán aquel 16 de noviembre de 2009? No podía explicarlo con precisión. Solamente se me ocurrió que aquello le sucedía a quienes arribaban al día 15 del año que habría de ser su cincuentenario.

Evadí la mirada de Maribel cuando comencé a percibir su angustia agreste. A mi espalda estaba el Convento Porta Coeli y al frente y al fondo, los mancharones que dibujaban una vieja iglesia colonial abandonada. Pensé: del mismo modo que «hablar con mujer en plaza, es cosa muy descubierta», también «pueblo que tiene dos plazas, me entristece y desconcierta».

La plaza pública desierta era un deja vú de la otra igualmente abandonada, que habíamos dejado atrás hacía apenas una milésima de segundo. Los espacios se multiplicaban y distorsionaban ante mis ojos como si se tratara de un modelo para armar manipulado por un niño imprudente. Pero esa noche no habíamos descorchado ninguna botella de vino ni nada por el estilo

Entonces Maribel me preguntó:

-¿A qué te refieres Mario? Dímelo por piedad?-, bajé el rostro con el fin de evadir sus pómulos asintomáticos y rebeldes y le aseguré:

-A que en pueblos como este y en noches como la que acontece, puedes encontrar un Betances sentado en la base de un poste de la acera, o a un novelista tratando de huir mientras observa la paloma de un nuevo diluvio.

Galileo afirmó mi aseveración desde el extremo de un telescopio minúsculo que le permitía otear las simplezas del alma humana. «¡También Voltaire puede reír a carcajadas como a veces lo hizo Baudelaire…!»

Cuando volvía a alzar la mirada, allí estaban todos reclamándome una explicación… Maribel les hacía el coro. Entonces me desvanecí.

***

La aventura del día siguiente transcurrió sin mayores disturbios. Era el 17 de noviembre, el día 16 de mi primer cincuentenario. Me sentía mejor, había dejado de llover y el sol había salido por donde siempre acostumbraba a hacerlo, como en una novela realista-mágica envejecida y disoluta. En San Juan seguía n los aguaceros pero ya a nadie le importaba el asunto. La paloma del otro diluvio aconteció esta vez inadvertida e invisible.

Hice todo lo que Maribel me ordenó: fotografié a todos los conocidos y desconocidos que encontré en el camino, llevé un inmensa cantidad de flores frescas de la funeraria a un salón grande y alto de la universidad, y descargué un programa electrónico en una pantalla gigante que ya no me atemorizaba.

Luis López Nieves disertó sobre lo que sabe disertar: historia trocada y ficciones apabullantes que se confunden con la realidad. Luis mintió varias veces sobre las cosas que esperaba hacer en el futuro mientras pensaba en los clásico que estaba acostumbrado a leer. Víctor Cabañas, lo vi, se ocultaba entre los estudiantes para que no lo reconocieran. Ya se había retirado y no quería responder preguntas de nadie.

Galileo pasó inadvertido oculto detrás de las flores que yo había cargado y que ahora cubrían la mesa. Voltaire pululaba por los pasillos mirando de cerca e interpretando racionalmente a las muchachas. Cuando Betances llegó, nadie supo que se trata de él. Lo reconocí por el cabello largo y la mirada vieja y clandestina. Me escabullí por unos segundos y lo intercepté en el umbral y fuimos juntos hasta donde estaba Luis para que se conocieran después de tanto tiempo. Al cabo de un rato todos desaparecieron.

Me dicen que Luis se fue para Holanda pero no estoy seguro de ello. A lo mejor está buscando la pista de Pepe Díaz para inventarle una épica. Mañana, mañana que es 18 de noviembre, volveré a buscarlo en la plaza pública de San Germán, a ver si dejó una huella inscrita en las baldosas…

Escribir en Puerto Rico: Reflexión sobre la(s) literatura(s) presente(s) (VII-VIII)


  • Mario R. Cancel
  • Escritor y profesor universitario

VII. Ese individualismo radical sirve para explicar la imagen que el escritor elabora de sí mismo. La cuestión de qué significa ser escritor produce respuestas distintas cuando se formula. La idea del intelectual con sentido de pertenencia a un hipotético colectivo, tan común en los escritores del 1960 y el 1970, ya no es atractiva. Del mismo modo, la concepción ética de que se escribe con el fin de evaluar críticamente la realidad, ha sido revisada.  Ello explica la huida de lo que quedaba del realismo social -incluyendo el realismo mágico- y la afirmación de un discurso irrealista que apropia espacios poco comunes en la tradición de lo mágico en el país.

CabiyaEn la escritura del 1960 y el 1970, lo mágico se apropió con los artefactos de Sartre o Brecht. Los procedimientos de Cortázar o García Márquez, no tanto de Borges, eran reinvertidos en la escritura de la magia en el país. Cordial magia enemiga (1971), de Tomás  López Ramírez, se movía entre el surrealismo moderado y lo maravilloso a la moda. En Delfia cada tarde (1978), Edgardo Sanabria Santaliz trabajó el tema del papel deformador de los medios masivos de comunicación. El recurso a lo mágico sirvió al escritor para articular un discurso crítico que aspiraba sanar una patología.  En ambos casos, la introducción de lo irreal se hacía para llamar la atención sobre lo real mediante la extrañeza. La imagen mágica o fantástica, obligaba a buscar un contenido representacional específico. La inserción de ciertos indicadores de sentido ofrecía pistas respecto a como se debía interpretar el texto.

Una forma alterna de la escritura de la magia en el país fue la parodia y la sátira. En ese territorio el citado Luis Rafael Sánchez ha sido un maestro. Pero el trabajo de Juan Antonio Ramos en Papo Impala está quitao (1983) sigue siendo un modelo insuperable. La caricatura y el esperpento son procedimientos que enmascaran la realidad, pero siempre dejan indicadores claros sobre cómo enfrentar el texto. Mediante ellos, se estimula el desarrollo de un contenido representacional y un significado específicos.

Después del 1990, lo irreal se trabaja como parte de una poética autónoma de la realidad. En cierto modo, se recupera el sentido semántico fundamental de la fantasía como capacidad de representar mediante imágenes, cosas pasadas, lejanas o ideales. Pedro Cabiya es, por mucho, el narrador más logrado en ese aspecto. Sus ficciones radicales, como es el caso de La cabeza (2007), un texto entre la ciencia ficción, el absurdo y la virtualidad, no se proponen un contenido representacional ni aspiran significado lógico alguno. La voluntad pedagógica se ha convertido en voluntad lúdica.

Esto parece pura evasión de lo real pero no lo es. El establecimiento de conexiones con el mundo, queda en manos de lector. El lector ya no se concibe como un receptor pasivo de la palabra de un intelectual aristocrático. Hoy se acepta que “el texto es producido por la imaginación y la interpretación del lector” a partir de su capacidades y limitaciones. El sentido que se le adjudica al texto es un asunto personal. (Chartier, 1999, VI) La postmodernidad no solo afirma el individualismo de la escritura sino el de la lectura y la interpretación.

QuinonesVIII. La huida de la realidad se da lo mismo hacia un hipotético interior o exterior. Los temas clásicos del viaje y las altertopías evaden las convenciones respecto al tiempo y el espacio. (Braceras, ed., “Póslogo LyC” 189-198) El viaje interior desemboca en una búsqueda individual pensada o en ficciones paranoicas complejas. Varios de los excelentes relatos de la antología Mal(h)ab(l)ar, editada por Mayra Santos Febres, son prueba de ese retorno al yo, como bien señaló la editora en el prólogo del volumen. Pero en el territorio de las ficciones paranoicas la figura más notable es José Liboy Erba. Cada vez te despides mejor (2003) es una colección en donde la interioridad es un caos que evade toda adjudicación de sentido.

El concepto altertopía se refiere a lugares o espacios alternativos a aquellos que se reconoce como reales. Se trata de los paraísos de la incoherencia divorciados de todo orden lógico. Recuerden que las utopías y las distopías son revisiones morales de órdenes racionales reconocibles. Por eso dependen tanto de la lógica para ser comprendidas. En esta dirección el Breviario (2002) de Juan Carlos Quiñones es clave. El citado Cabiya de las Historias tremendas (1999) y Juan López Bauzá en La sustituta y otros relatos (1997), demuestran que la veta más enriquecedora de la narrativa puertorriqueña camina en esa dirección.

Lo irreal gratuito es puro juego hasta el punto de que el caos invade la narrativa. Ese es el caso de las narrativas de los juegos electrónicos. En estas narraciones la relación causa-efecto no tiene nada   que ver con la lógica, y augura un final catastrófico. La victoria es la ruina del otro, como en las grandes teorías de la guerra. Es una dialéctica simple, maniquea, que facilita el acceso al texto mediante un lenguaje estándar. En este contexto la novela corta de Cabiya, La cabeza (2007) ha establecido una pauta valiosa.

La caja de herramientas del escritor del 1960 y el 1970, y la del 1990 es la misma. La coincidencia entre ese instrumental y el de las vanguardias de principios del siglo 20, son obvias. Pero el escándalo que producían esas técnicas ya no es el mismo. Las técnicas vanguardistas -desde la intrusión de la cultura pop hasta el libre fluir de la conciencia o la escritura automática- son ahora mero formalismo. La impresión que queda es que la escritura literaria ha perdido radicalidad y capacidad para sorprender después del fin de la Guerra Fría. El escritor es un artesano iniciado en ciertas técnicas, no un iluminado de la inspiración platónica.

En conclusión, escribir en Puerto Rico hoy ofrece  posibilidades infinitas. Las mismas deben ventearse. Me parece que el Pen Club es un buen espacio para iniciar esa discusión. Los elementos que hicieron posible este encuentro así lo demuestran. Espero que lo que hemos hecho aquí en la noche de hoy no sea un esfuerzo vano.

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