La promesa de los Rayos Gamma


  • Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Historiador y escritor

Los Rayos Gamma siguen siendo un espectáculo único. Verlos durante su reciente presentación en Aguada me lo ha demostrado. Es cierto que la ausencia de Horacio Olivo me resulta irreparable. Su comicidad en el escenario producía una impresión surrealista que me demostraba que se podía ser a la vez un rebelde o un crítico agresivo del orden y vivir la vida con alegría.

Jacobo Morales es una institución que aprendí a apreciar durante la adolescencia. Lo recuerdo desde que lo conocí a fines de la década de 1970 siendo yo un chico que se iniciaba en el activismo cultural y Jacobo leía aquella poesía minimalista y sugerente que tanto me apasionaba. En mi memoria su imagen se grabó como la de uno de esos seres inmortales o atemporales que nunca envejecería. Verlo a mis 55 años al lado de su esposa representa para mí una lección de humanidad que debo aprender. Sunshine Logroño, por otro lado, representa para mí un contrapunto interesante que le da a esta agrupación un balance extraordinario a la vez que garantiza una conexión directa con la cultura popular urbana que se difundió entre la juventud puertorriqueña a la luz de la violencia lingüística de los autores de la generación de 1970. La riqueza de su humorismo, entre la sutileza y el atrevimiento procaz, es inigualable.

Los Rayos Gamma y Teatro Breve

Silverio Pérez siempre ha estado al «alcance de la mano». Lo escuchaba cuando cantaba en «Viva la gente» o en dúo con Roxana y yo admiraba su condición de hippie benévolo. Lo recuerdo por su vida de artista comprometido, de nuevo trovador al cual oía con fruición cuando las conmociones de fines de la década de 1970 y principios de la del 1980 me llevaron a la conclusión de que quería ser escritor e historiador porque, lamentablemente, yo no sabía cantar.

Volví a encontrarlo cuando publicó en 2004 su colección sobre el “humor nuestro de cada día” y las «tres tristes tribus» cuyas máculas ocupan todavía hoy el cielo político de la nación que asumimos como una causa legítima. Me topé con él cuando estudiaba escritura creativa en la Universidad del Sagrado Corazón y yo enseñaba en esa institución, y vuelvo a verlo ahora cuando trabaja una reflexión testimonial e histórica sobre el siglo patético y engañoso que nos correspondió vivir y la metáfora de la “vitrina rota”. Las circunstancias me han conducido a considerarlo un «amigo» en las mismas condiciones en que ubico a un puñado de personas que admiro y respeto pero que casi nunca veo porque este orden social es complicado. El abono que alimenta esas amistades poco usuales es el respeto al trabajo, nada más.

El fantasma benévolo de Eddie López, cuyo trabajo disfruté cuando chico, está presente siempre alrededor de estos cuatro adolescentes/senescentes que siguen mostrando una vitalidad que envidio. Dos cosas llaman poderosamente mi atención y me sirven para explicar la capacidad de supervivencia de un estilo como el suyo en un orden acostumbrado al «úselo y bótelo», a las modas fugaces y a esa aceleración deshumanizadora que invade todo lo que nos rodea.

La primera es la capacidad de los Rayos Gamma para penetrar el presente armados de una genuina conciencia de pasado, conciencia que no se llama a engaños. La imagen del pasado y sus relaciones con el presente puede convertirse en una trampa y el pasado inmediato se envilece incluso cuando el que lo mira, como es mi caso, lo hace desde la autoritaria y cómoda  postura del historiador. La experiencia del pasado sábado en Aguada me lo corroboró. El ejercicio de vincular las insanias de Cornelius P. Rhoads, el oncólogo que odiaba a los puertorriqueños y aseguraba que deseaba verlos muertos en una carta de 1934, y el peculiar y poco convencional estilo del candidato presidencial Donald Trump y su desprecio a los hispanos, posee una agresividad política inusitada. De igual modo, la escena de esa familia plural y diversa que discute con la joven pareja su decisión de emigrar a cualquier parte del mundo sobre la base de la ignorancia más procaz respecto a lo que les espera, ofrece un revelador cuadro respecto a cómo mucha gente se ubica ante el mundo en el mundo desde el Puerto Rico en crisis del presente. El espectáculo conduce al auditorio a la frontera del horror con solo imaginar el hecho que Jenniffer González sea la hija del antes referido Trump según lo asegura un anciano arcano o incógnito cuando se acerca a la muerte.

Escucharlos cantar o actuar en el 2016 con los ritmos que utilizaron en la década de 1970 y los 1980 y ser capaces de seguir haciendo críticas con sentido, me demuestra que muchas cosas no han cambiado en el país a pesar del paso de los años. Los personajes concretos cambian, es cierto, pero los instintos que alimentan a esta bestia política sobreviven de generación en generación y se refinan  hasta más no poder. Lo interesante es que llamar la atención de ello con los instrumentos de los Rayos Gamma no conduce ni al suicidio ni al homicidio: invitan a la risa y a la reflexión.

Lo otro que llama mi atención es la conexión con las generaciones jóvenes. La adición del grupo experimental «Teatro breve» en esta presentación no tiene precio. Ese lazo de continuidad transgeneracional es la mejor herencia que puede dejar un trabajo artístico profesionalmente hecho. Después de todo, aquello que los Rayos Gamma señalan se seguirá repitiendo durante mucho tiempo y las voces críticas siempre serán necesarias.

La política electoral se ha transformado en un espectáculo deplorable desde hace mucho tiempo. Alegar que se trata de una condición propia de la colonia no sería preciso. Ocurre lo mismo en muchos lugares de América y Europa. A nadie debería sorprender el derrumbe de que somos testigos. Los Rayos Gamma representan un tipo de romancero satírico que nos cuenta los desaliños de ese orden que se derrumba. Para bien se desmorona, para mal se reconstituye con facilidad casi mágica. Una pena que el derrumbe sea tan lento y la reconstitución tan eficaz.

Al cabo la gran ganancia es la fortuna de las carcajadas que se cuajan entre el cinismo más refinado, la conmiseración más profunda o la amargura más contenida. Sin duda buena parte de ellas se las debemos a los Rayos Gamma. Yayo acumulé suficientes provisiones por lo menos hasta el día de las elecciones. Cuando termine el conteo y proclamen un ganador habrá que empezar a acumularlas otra vez.

  • En Hormigueros, PR
  • 18 de septiembre de 2016