El fraile confabulado, Rubis M. Camacho


  • Margarita Iguina Bravo
  • Narradora

En diecinueve relatos cortos, todos alrededor de la figura de un fraile, Rubis Marilia Camacho nos presenta su más reciente libro, con un juego de palabras como título.  Teje una gama de situaciones a las que se confronta un monje desde  la soledad monástica: impaciencia, búsqueda, hambre, dudas, temores, angustia, tentaciones, revelaciones. Se unta el fraile las trizas del hábito. Pide soledad. Reza confundido, penitente. La máscara del fraile.

Rubis M. Camacho

El eje que une a todos los relatos, con una estructura similar a la de las fábulas, es la transformación. Con una mirada propia del movimiento surrealista o un desborde de la realidad, los conflictos de las tramas  se resuelven o complican mediante la metamorfosis personal del fraile, los cambios del ámbito en el que se mueve, las actitudes sobre sus creencias y la lucha entre bien y el mal. En ciertas  ocasiones el fraile solo es testigo de  la transformación de algún personaje. Ella cerrará los ojos un instante, pero los abrirá para apresarlo en sus pestañas. Respirarán el perfume de la manta mugrienta y en un beso indisoluble se entregarán las lenguas avinagradas. La indiscreción del fraile.

El conocimiento de la autora  sobre los temas bíblicos es notable. Al utilizarlos como epígrafes le permiten ampliar la idea que quiere desarrollar en los cuentos. El alejamiento de lo racional mitifica las acciones que encontramos a través del texto. Recurre a la intertextualidad, a la hipérbole, a lo fantástico y a lo mítico con una maestría que logra atrapar al lector desde el comienzo del libro. Ni su bordón ni su breviario, solo una gran lámina de vitela acompaña al buen fraile en el calabozo de la cárcel que bordea la cuenca rocosa del Tajo.  La máscara del fraile.

Utiliza una prosa lírica, cadenciosa, mientras maneja un vocabulario propio del lenguaje renacentista o barroco, lo que le añade credibilidad a lo narrado. Su capacidad de descripción  de los escenarios, como si bordara un tapiz, ayuda a tener más claro los detalles  y la época en las que se desarrollan las tramas.

En todos los cuentos podemos observar un combate continuo  al que vienen a luchar  los monstruos fantásticos  y reales que la imaginación puede crear. En un desborde de intertextualidad, Camacho nos lleva, en una alusión directa a un texto de Borges, a los laberintos diseñados por Dédalo donde habita el minotauro. Somos testigos de la incautación del telescopio durante el juicio contra Galileo por la Inquisición romana. Escuchamos la confesión de Juana, heredera del reino de Aragón y Castilla, prisionera en Tordesillas, de sus celos por los deslices de su marido. Y vemos con horror, en un escenario de la época  feudal,  el reclamo del derecho de pernada. Fue así cómo presencié el momento en el que los brazos y piernas se le volvieron hilos tristes, de plata, pero tristes. La vigilia del fraile.

En estos cuentos el fraile con su mirada y sentimientos se apropia del conflicto y es partícipe como si viviera en carne propia las angustias  relatadas ante las visiones alucinantes que intervienen en la mayoría de los textos. Al entrar al crudo espejo de la corriente, descubrí que unas hojas verdísimas me brotaban de los oídos, que florecillas blancas colgaban de mis ojos, El miedo del fraile.

El fraile confabulado

En otros relatos las imágenes sirven de epifanía ante la incertidumbre de la búsqueda, como sucede en el cuento de la sombra.

Las situaciones en las que se involucra el fraile en los diferentes cuentos, llegan a un extremo que pueden parecer inverosímiles y exageradas. Pero esta forma particular de presentar las visiones tiene una razón de ser. Sirve  a la vez de crítica, cuestionamiento, reflexiones y  es parte de la poética que caracteriza este libro.

Además de los relatos tradicionales aparecen también varios microcuentos donde Camacho demuestra su habilidad para la síntesis. Podemos ver cierta ironía cuando critica la posición de la Iglesia como la única portadora de la Verdad.  En otros alude a dichos como “el hábito no hace al monje”,   al odio convertido en veneno, al punto vulnerable del talón de Aquiles.

A pesar de que las fábulas de Rubis Camacho no tienen una intención moralizante, la ironía en muchas de ellas puede tener una finalidad de crítica ante las instituciones que ostentan el poder. Lo que no se puede negar es que están llenas de magia y poesía. A medida que avanza, la Sombra Con Frescor de Lluvia la cubre con vientos de olores a lirios purísimos,  impregna los montes y las llanuras, desciende por las laderas y anida en las flores. La sombra de Pedro.

Aunque los primeros ejemplos de fábulas y cuentos cortos vienen del Oriente, buena parte de ellos reunidos en el Panchatantra de la India, vemos cómo la escritora puertorriqueña  continúa con la tradición latinoamericana que se ha distinguido por su afición a la brevedad: Galeano, Cortázar con su Bestiario, Monterroso y Borges por mencionar los más conocidos.

La influencia del texto de Reinaldo Arenas, El mundo alucinante, citado al comienzo del libro, es notable en el desarrollo de las tramas en los diferentes cuentos.La obra de Arenas es una recreación mítica de la vida del cura mexicano fray Servando Teresa de Mier, personaje real,  a quien la autora dedica su libro junto a fray Tuck, fraile que acompaña a Robin Hood en  sus aventuras. De esta forma la ficción se asienta como figura principal desde los comienzos del libro.

Las ciudades de Lucía: Comentarios


  • Margarita Iguina Bravo
  • Escritora

                                                                                          No soy de aquí, ni soy de allá

                                                                                                 Facundo Cabral

Las ciudades de Lucía de la escritora Beatriz Navia Antezana es una novela que atrapa al lector desde los comienzos del libro. Dos características principales son fáciles de detectar a medida que se continúa con la lectura: el delineamiento de los personajes principales, nieta y abuela, como el ensamblaje de su estructura como si fuera un trabajo arquitectónico con un diseño donde se incorporan los saltos temporales junto a las  idas y venidas entre San Juan, P.R. y La Paz, Bolivia.

Beatriz Navia Antezana

Los datos  se presentan como si fueran hilos o fotografías para completar un cuadro. Sin haber visitado Bolivia, la contemplas  por la capacidad  de la autora de descripción en detalle  de los paisajes del altiplano: El Illimani, El Alto, Charazani, La Paz, junto a  la variedad de modismos al hablar  en español  urbano, coloquial, familiar, quechua y aymara.  Además, Navia borda la narración utilizando  un lenguaje erudito, lírico con símiles y metáforas  originales.

El conflicto comienza en San Juan. Una modalidad del  tema literario el  ubi sunt  es reconocible  en el texto en los inicios de la obra.

Ubi sunt, ¿dónde está?  ¿Dónde está aquello que fue? Y como si fuera una especie de telemaquia, una búsqueda del pasado  en este caso datos sobre la vida de una abuela en lugar del padre, su vida se paraliza y sale al encuentro de una verdad.

Acostumbrada  a una vida adulta en un exilio involuntario sin nostalgias ni sobresaltos hasta que un día, en el momento menos esperado aparece una foto, olvidada o ignorada, se da cuenta de que esa persona  ya no existe. Comienza  entonces la vuelta a los orígenes en busca  de contestaciones a  las preguntas que luego del enfrentamiento llueven a raudales y cambia su vida. ¿Qué insatisfacción de la existencia  la lleva a esos comienzos?

En la búsqueda reconstruye la historia de una abuela con características muy adelantadas en una sociedad machista durante  el primer cuarto de siglo 20. A la misma vez recuenta la vida de la nieta y la de la familia inmediata en momentos críticos de incertidumbre social y política de Bolivia.

Sin embargo, es a través  de un encuentro que podríamos llamar místico con personajes que se formaron junto con cada célula del altiplano que se enfrenta a una filosofía de vida que cambia su perspectiva.

Termina  la obra con un ritual efectuado  por una especie de chamán creyente de una divinidad protectora de los pueblos andinos, Pachamama, donde le transmite  a la protagonista una enseñanza  que hace de la novela una pieza admirable. Yéndote te quedas, quedándote te vas. Siempre va a ser la misma aunque viva en diferentes lugares. Su esencia no va a cambiar. Tiene que disfrutar lo que le tocó vivir. Solo tiene que estar en paz con ella y con su entorno.

 

Colofón

Quiero añadir que como obra literaria además de la belleza de la palabra utilizada y todos los recursos para desarrollar la misma, presenta una filosofía de vida que se extrae al finalizar la obra y que puede aplicarse en el aspecto personal y familiar tanto  como en la relación con los pueblos. Aunque esto no haya sido el propósito principal al escribirla.

Luego de conocer la historia del país hay que tratar de hacer lo mejor posible con los elementos que tenemos a la mano para adelantar como pueblo y como personas sin estar  continuamente lamentándonos y rebelándonos  por lo que pudo haber sido. Hablo en esta ocasión de la Isla.

Concierto para Leah : Como el oro del Rin


Adagietto
No hay testimonio de civilización que no
sea también de barbarie.

Walter Benjamin

 

  • Margarita Iguina Bravo
  • Escritora

No importa  cuántas veces se hayan  visto o leído las escenas dantescas que retratan  los atropellos y crímenes cometidos durante el Holocausto, la experiencia al encontrarse con un texto similar siempre es igual de estremecedora. No se encuentra explicación posible acerca de la barbarie vivida durante esa época. Narraciones referentes a esos sucesos se repiten y seguirán presentándose  igual al número de víctimas que lo padecieron. Cada cual tiene una historia privada que contar.

Con una prosa certera, libre de artificios, Maira Landa nos presenta la historia de Leah, una jovencita virtuosa del violín quien viaja durante el 1939 desde Hamburgo hasta las costas de Cuba junto a su familia y un grupo de judíos. Luego de ser rechazados de entrar a la Isla como refugiados por el gobierno cubano, terminan en Auschwitz  víctimas  de los excesos y el odio irracional de los nazis.

Es notable a través de todo el texto la infinidad de descripciones de los diferentes escenarios, como si fuéramos espectadores y miráramos a través de un lente lo que sucede a los personajes. A veces  la acción se ralentiza. En otras ocasiones las palabras surgen a borbotones igual que si siguieran el tempo mencionado al comienzo de cada capítulo.

Maira Landa

Aunque Landa utiliza unos escenarios y una situación archiconocida, maneja un elemento que se convierte en uno de los personajes principales de la obra: la música y, por ende, del instrumento alrededor del cual se borda esta novela, un violín, Guarnerius del siglo XVIII. Este recurso, como si hubiera dado un viaje a la semilla, volver a su lugar de origen, la coloca como narradora dentro de la vertiente de escritores como Alejo Carpentier, quien trabaja con  el tema de la música en infinidad de sus obras: El acoso, Concierto barroco, Los pasos perdidos, entre otros.

En el caso de Maira Landa no sólo la estructura de la novela tiene un referente musical  directo: Cuatro movimientos y una coda, cada uno con un tempo propio,  sino que el personaje de Leah reacciona como un diapasón al recibir con intensidad ondas y arpegios musicales que varían de acuerdo con la situaciones extremas a las que se enfrenta en su periplo hacia el campo de concentración, como si hiciera un descenso hacia el infierno, una de las características que sobresalen en el Primer movimiento.

Es posible que la ciudad de origen de la protagonista  haya sido responsable de la pasión por la música de toda la familia de Leah. Bremen, con una cultura musical antigua  tiene como uno de sus símbolos una escultura de cuatro animales igual que en el  cuento de los Hermanos Grimm conocido como los Cuatro músicos de Bremen.

A medida que el texto adelanta se suceden los capítulos como si fueran episodios con finales que llevan a preguntar: ¿qué sucederá luego? El segundo movimiento nos sorprende  con un salto temporal  y de ubicación y un cambio en la voz narrativa, de primera voz protagonista a tercera omnisciente. Un pianista virtuoso en Puerto Rico  se enfrenta a un enigma. Comienza entonces  la  búsqueda de sus  progenitores, una especie de telemaquia en busca de su origen.

Al cambiar de capítulo continúan los saltos temporales en los que se alternan los escenarios y los personajes. La escritora trata una variación del tópico literario, el ubi sunt, donde presenta a la protagonista cuestionándose de forma continua: ¿donde están? No cuestiona la fugacidad de la vida sino cómo la suya se ha ido transformando a medida que las pérdidas se suceden una tras otra hasta llevarla a una total indefensión. Solo la música es su único consuelo.

La última línea del cuarto movimiento permite redondear los cuatro movimientos anteriores como un ouroboro, una serpiente que se muerde la cola. Al finalizar estas cuatro partes podemos darnos cuenta que aunque Landa desarrolla la textura de los dos personajes principales donde se nota una evolución y  un cambio, no es menos cierto que le da más peso a la trama en la que retiene un tono realista a  través de todo el libro.

La coda, un epílogo que refuerza toda la obra, no es  utilizada como un accesorio sino que ejerce una función vital para todo el texto. La esperanza de una justicia quizás poética, se logra al final de la novela al igual que en los poemas sinfónicos de Wagner en el que se recobra el oro del Rin luego de una lucha entre los que ostentan el poder y los mortales. Lo robado regresa a su dueño.

Creo que Maira Landa podría hacer suyas las siguientes palabras: Solo gracias a aquellos sin esperanza nos es dado la esperanza, del escritor judío Walter Benjamin, quien tampoco pudo llegar a Cuba durante la misma época que ella utilizó para situar su novela.

Comentario en torno al libro de Maira Landa. Concierto para Leah. Guaynabo: Pasadizo, 2010.  178 págs.