Poetas 2000 : Realid(h)ades, palabra de mujer


  • Mario R. Cancel
  • Escritor y profesor universitario

tavarez_realidhadesDesde las primeras palabras, Realid(h)ades, de la poeta Amarilis Tavárez Vales, elabora una propuesta femenina interesante y revolucionaria. La imagen de Andrómeda encadenada que ocupa la portada ofrece una pista valiosa. La sujeción del personaje es solo un estado transitorio. La “dominadora de hombres” o la “dominatrix”, se presagia detrás de la esclava. La desnudez no es desamparo, sino más bien afirmación de humanidad y pureza.

La colección de poemas que sigue es el camino hacia esa condición de control y plenitud que Andrómeda sugiere. Pero la misma, solo puede elaborarse sobre la base de las cenizas de la memoria de la condición de humillación impuesta por un mundo masculino.

La forma del título –Realid(h)ades– da la impresión de que se juega con la idea de la muerte, o bien sea,  que se acepta que vivir en esclavitud es morir poco a poco. El fatum, destino o hado de avasallar al otro, es lo que contiene este bien escrito libro de Tavárez Vales. La escritora ha decidido que afirmar la feminidad más allá de su pulcra definición, es la única manera de trascender.

Detrás de este libro de poesía hay una narración. Se trata de un texto simbólicamente clausurado, a la manera en que se cuentan algunas historias. Por eso el libro abre con el denso texto “Me presento” (15), y cierra con el breve y lúcido “Realid(h)ades” (58). En cierto modo, el viaje culmina en el mismo lugar en que comenzó. La condición de la mujer-escritora no ha cambiado en el tránsito entre el alpha y el omega. Así como entra en escena desnuda, desnuda se encuentra en la última página.

Una segunda lectura me dice otra cosa. El texto de apertura puede ser leído como una propuesta compleja de la pluralidad de cosas que componen lo femenino. El que cierra es una afirmación de que la voluntad de saberse no es una causa perdida sino un libro que sigue abierto. La brevedad del texto final confirma la seguridad ganada en el viaje. Pero los misterios del yo y la imposibilidad de la identidad quedan claros. Esa búsqueda de la yoidad se ejecuta experimentando con el cuerpo y con la intimidad.

Los grandes tramos de esta colección sirven para crear un escenario muy rico. La ciudad, tan confusa como el yo, es el escenario primordial del relato poético. En el poema “El otro suelo” (17) la poeta mira el pasado sin la más mínima nostalgia del origen. Los versos sugieren que la ciudad se aprende de manera instintiva, casi animal.

Pero el ajuste a la vida urbana no significa el sometimiento a las costumbres de zoo urbanicus de la sociedad de consumo.  En “Plaza” (20) la caminante se proyecta como un “anatema” porque es capaz de ignorar “las luces de las vitrinas”. El poderos mito del mercado queda devaluado de inmediato. También apunta que ese mundo requiere de cierto enmascaramiento social, exige el cumplimiento de cierto ritual performativo con el fin de que la recién llegada actúe de manera funcional. “Memo” (23) ofrece las instrucciones mínimas para ajustarse a una rutina donde las ficciones sociales se suceden sin oposición. La ciudad es también un gran espectáculo de apariencias.

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Amarilis Tavárez

El otro tramo es que la conduce al yo y la subsecuente conciencia de su caducidad. La búsqueda se ejecuta a veces por un proceso de acercamiento –como el zoom de una cámara digital- según sucede en “Mis líneas” (21) cuando observa sus manos y busca “una vida / mi vida”. En otros casos toma la forma de cierta poesía reflexiva como en el texto “De otra forma” (26) y “Niña” (27).  Pero en “Confesión” (31) la poeta se da cuenta de la contradicción suprema: el yo siempre es otro, como los dioses o los héroes. Por eso dice: “A veces huyo de mí / para no encontrarme contigo”. El verso es una declaración de guerra al inmovilismo o a la estabilidad identitaria.

Pero el descubrimiento definitivo del yo se da por medio de eros. “Rozándote” (33) y “Propiedades” (39) son dos buenos modelos de ello. El descubrimiento del yo en el otro por medio de la “posesión” física representa una transacción que abre una nueva línea del relato poético. El itinerario poético-amatorio de yo y el otro transcurre de la pasión del sofá, hasta las fantasmagorías del olvido y el abandono. Los textos eróticos de Tavárez Vales me parecen el mejor logro de este poemario por su transparencia.

Amarilis Tavárez Vales representa la voz fuerte de una mujer peculiar. La idea de la escritura como un proceso de auto-revelación – “Estoy descubriéndome (…) / Voy quitándome una a una / las piezas de mi ropa” (58)- y del hallazgo como el retorno a una extraña inocencia me parece brillante. El viaje de vuelta al país natal que es cada uno de nosotros se ha completado de la manera más apropiada: de la desnudez a la desnudez. Lo único que se dejó a tras fueron las cadenas. La “dominadora de hombres” ha dicho presente.