Josué Santiago de la Cruz: microficciones


  • Josué Santiago de la Cruz
  • Escritor

Al compañero de letras y amigo Josué Santiago de la Cruz, gracias por estos textos de hace tanto tiempo.

Mission Accomplished (2014)

To Mario R. Cancel-Sepúlveda

Historical Fantasy is kind of rewriting History or putting it into perspective. Who knows?
Anyway, I’m not a diehard believer in anything, but Literature.
When I was a kid, my Hometown mayor killed my dog.
That was devastating to me.
Since then, I was determined to do something about it. I grew up with that in mind. Then, one day, when reading Paul G. Miller’s History of Puerto Rico, I figured that, if Mr. Miller destroyed a few generations of my fellow countrymen by writing that miserable book, the best way to avenge my pet was to become a writer.
Not long ago, I wrote a story, VENDETTA, for which now I can say, in a more meaningful way than George W. did: MISSION ACCOMPLISHED.

La venganza (2014)

A Mario R. Cancel-Sepúlveda

Aquel alcalde mató a mi mejor amigo porque lo vio una noche recorriendo el pueblo, cuando era prohibido hacerlo por ordenanza municipal. Aquel acto de crueldad despertó la ira en mí que por años viví sólo para hacerlo pagar el vil asesinato de mi amigo.

Desistí del sueño de ser vaquero, Superman regresó a las tirillas y el anhelo de navegar los 7 mares, ondeando bandera pirata, perdió, para siempre, su encanto.

Intenté vencerlo en su hábitat, pero acabé derrotado…
Una tarde, leyendo Historia de Puerto Rico, de Paul G. Miller, descubrí que la mejor manera de ajustar cuentas con el verdugo de mi perro era haciéndome historiador.

10 de febrero de 2014

Confieso haber nacido


  • Mario R. Cancel-Sepúlveda
  • Escritor

Hace 58 años temprano en la mañana asomaba a la vida. No hay huellas del dolor de la madre ni del llanto de un niño en mi memoria. Tampoco encuentro la mirada de miedo y alegría de mi padre. A veces me parece que al recordarlo todo hablo de un extraño al cual vine a saber después de mucho tiempo.

Estoy acostumbrado a verme como soy, a aceptarme tal cual. Me temo que ya no tengo tiempo para intentar ser otro. Me siento satisfecho con el Mario sonriente que conocí en la infancia jugando por el barrio. Aquel chico me ocupa como un daimon inquieto desde entonces. Las huellas de sus pasos por el viejo camino que conducía a mi casa se borraron. Su recuerdo me llega de alguna vieja foto en que sonríe junto a un hermano adusto en medio de una tarde tropical y caliente frente a la casa vieja cuajada de rendijas y rústicos amores.

Antes de aquella risa tan solo está el no estar, el radical silencio, el dulce no existir, el plano del olvido y de la ausencia, el sentir que no estuve a pesar de que estuve, las huellas salpicadas de un relato quebrado e inconcluso, el acontecer sin biografía, la historia sin reliquias. Antes del yo que habla se sucedieron otros que también eran yo o aseguraron serlo.

La ausencia de un poema ocupa cada cosa. Soy sombra de mi sombra pero la vida acecha y el deber es vivirla…

1ro. de noviembre de 2018

A mis libros…


  • Mario R. Cancel-Sepúlveda
  • Escritor

Un día me iré
y su orfandad
los convertirá en polvo cósmico.
Nada me llevaré de las palabras
talladas por la tinta que he leído.
La muerte no permite esos milagros.
Será muy triste.

Eso sí:
pedazos de mi piel,
la sombra de mi voz y mi mirada
habitará sus lomos,
dormirá en sus canales
y sus guardas.

Trozos de tinta mía
adornarán sus inhóspitas
bitácoras.
La emoción de un poema
pernoctará en la esquina de las páginas,
la humanidad de un párrafo
sonreirá tras las notas, diminutas, precisas,
que he dejado en los márgenes
del texto.
Solo serán los rastros
de una aviesa lectura indescifrable.

Juntos transitaremos hacia el polvo.
Seremos la memoria ominosa
de un olvido previsto.
Nada más:
seremos immortales.

1-5 de enero de 2022

Como una pesadilla: para una lectura del Obispo…de Sadí


  • Mario R. Cancel Sepúlveda

En la corona de maíz de América

creció la gusanera del gusano

prosperando a la sombra del dinero,

sangriento de martirios y soldados(…)

…y su Palacio era por fuera blanco

y adentro era infernal como Chicago

con el bigote, el corazón, las garras

de aquel traidor, de Luis Muñoz Gusano…

Pablo Neruda, Canción de gesta (1960)

En algún momento del pasado año recibí en mi casa de Hormigueros de manos de la Prof. Carmen Cazurro, del Departamento de Español del Colegio Regional de Aguadilla, el texto, porque no le cabe otro nombre, El obispo, todas las noches, obra del poeta Sadí Orsini Luiggi.  Agradecí el obsequio y la visita, que siempre Artemis llega cuando menos la imagi­namos con su largo rosario de peticiones.  Aquélla obra durmió el secular sueño de los justos.  Las primeras páginas eran difíciles de tragar, como esas carnes que cocinamos a prisa y se nos atascan en el esófago. No era la primera vez que me pasaba con un escrito, a mí que siempre he querido ser, como Borges, «el guardián de los libros» y que los quiero como al vino, ese «sésamo con el cual antiguas noches abro.» Mi buena amiga se fue y el texto quedó, torturado entre los otros. Lo mismo me ocurrió con una historia del contrabando del Dr. Héctor R. Feliciano Ramos, y con las Noches ciegas de Ángel M. Encarnación, y hoy son dos de los libros que más amo.  A los libros se les quiere como a las mujeres complejas de agua y agua.

Meses después volví sobre el Obispo…, sobre el texto, digo, porque en estos países caribeños el lenguaje es tramposo como los imperios. Acababa de revisar por segunda o tercera vez una historia de la Universidad Interamericana de Puerto Rico que Héctor, el mismo investigador del contrabando, estaba completando para aquélla institución universitaria. Esa es una de esas historias que son difíciles de escribir y fáciles de leer. Aquéllas lecturas dispares y distantes me parecieron profunda­mente emparentadas  por diversos senderos.

Un sábado senté a Héctor en el banquillo de los acusados, porque los que prac­ticamos esta disciplina de la historia a veces nos constituimos en fiscales de nuestros propios grandes cariños y los maceramos para depurarlos y quererlos más. Eso hacemos con este Puerto Rico de ceniza y barro y sangre que cantamos en cada página y desde todos los estados del alma que inventó Marc Bloc antes de morir.

Yo quería que Héctor me corroborara ciertos detalles  que yo había intuido en este libro de Sadí, para quitarme el fastidio de las rabias contenidas y de las dudas sin método.  Efectivamente, esta nivola, que el nombre unamunesco le cae, era en gran parte una parodia de aquélla historia y de aquélla institución. Los otros caminos multifurcados por los que caminaba el texto ya yo los había encontrado porque los había vivido como Sadí. Allí estaba Hormigueros desdibujado y burlado, su Parroquia de Monserrate que yo conocía piedra por piedra y peldaño por peldaño y folio por folio. Y estaban mis amigos de la Parroquia en carnaval de fugas, y los bares de la zona y el pueblo  del Manzanares mítico, con sus leyendas, sus pecados y sus glorias. Sadí había hecho algo que yo había descubierto hacía tiempo en una vieja novela de Luis Bonafoux, El avispero, y que yo mismo había intentado en mis cuentos de Las ruinas que se dicen mi casa con más alegría que éxito.

Sadí se constituía de ese modo en otro historicida, a la manera en que nos lo definió Ana Lydia Vega el pasado año en Río Piedras en una recordada tarde para todos nosotros. El arte de este historicida desnudaba la época de la gusanera a través del prisma claro de una región como es el oeste del país que luchó y lucha por tener un lugar independiente dentro de las letras puertorri­queñas. Aquí la locura o la melancolía, que todo depende del tiempo desde el que hablemos, se constituye en un arma de combate para enfrentar una realidad que parece que se nos deshace entre los dedos. La parodia de la transición de los años sesenta, con sus logros y con sus derrotas se nos antoja completa en este texto que debe ser leído porque es el retrato de una generación que se encuentra ante la sima de la pérdida de su pertinencia.

Con El obispo, todas las noches, Sadí patentiza una vez más la necesidad de volver a mirar este tortuoso siglo XX nuestro desde una perspectiva revolucionaria. La denuncia de todo lo denunciable brilla en el discurso narrativo de Sadí con la complejidad de la realidad misma que no conoce puntos, pausas ni comas. Y  con esta publicación, la editorial «Cuervo Dorado», abre un nuevo foro para los autores del oeste del país que tantas dificultades tenemos para hacer escuchar nuestras voces.

En 1933, Bertold Brecht se preguntaba en medio de la angustia del crecimiento de la Alemania nueva: «En los tiempos sombríos / ¿se cantará también?»  De inmediato se respondía el poeta: «También se cantará / sobre los tiempos sombríos». Sadí canta precisamente sobre ello y nos invita a cuestionar los esquemas del crecimiento de Puerto Rico desde una perspectiva atrevida y retadora.  Tal vez, dentro de diez o quince años, podamos pensar en este pasado inmediato nuestro con las mismas palabras del poeta alemán diciendo: «¡Qué tiempos éstos en que hablar sobre los árboles es casi un crimen porque supone callar sobre tantas alevosías!»  El Obispo… de Sadí Orsini Luiggi , es una invitación a no callar nunca. Y la aceptamos.

En Hormigueros-Aguadilla,  marzo de 1995. Publicado originalmente en Claridad-En Rojo, 13-19 de octubre de 1995: 19.