Luis Raúl Albaladejo: Poeta


  • Mario R. Cancel Sepúlveda

Reseña publicado en  Claridad-En Rojo (18-24 de agosto de 1989): 18.

Desde la aparición de «La cuarta esquina del triángulo», cuento premiado en el Certamen del Instituto Comercial de Puerto Rico en Mayagüez (1986), se nos reveló Luis Raúl Albaladejo como el fino escritor que hoy redescubrimos. En aquella ocasión indicamos en el laudo que aquel cuento tenía la «virtud de adentrarse en el problema del escritor ante un mundo hostil; en el asunto de la construcción misma de la obra literaria, y el autor termina como un personaje más, víctima de sus personajes».

Poco después Claridad acogió en sus páginas la narración de Albaladejo en su edición de En Rojo del 24 al 30 de diciembre de 1986. Aquel era uno de los primeros reconocimientos al joven portaestandarte de la que él mismo llamó la «generación soterrada». Y no fue el último.

El revés de la caricia (1986), libro que hoy nos ocupa, reafirma la calidad de poeta y la sensibilidad de puertorriqueño de Albaladejo. Sensibilidad que ya habíamos palpado en las páginas de Taravilla, revista moroveña de poesía.

El revés… es un poemario breve en donde la necesidad de definir la relación del poeta y su obra vuelve a hacerse patente. Deja espacio Alabaladejo para el clásico tema del amor en unos escritos en donde el mundo de lo cotidiano, «la agenda diaria» como diría el poeta, sirve de base a su universo literario. En ese sentido, Albaladejo tiene los pies bien puestos sobre la tierra.

Ante la diáfana Erato, Albaladejo propone a «esa puta que se llama / poesía…» (7). Lo curioso es dónde la busca, y entonces la lista quiebra todos los cánones: jardines, bares, noches, sombreros rotos, overoles de mecánicos. Albaladejo busca la poesía en la vida del hombre común. Allí también busca el amor, como se verá más adelante.

Y sucede que el poeta es también un hombre común. Así «Agenda diaria» (9), poema a la manera del «Retrato» de Antonio Machado, en donde el poeta degusta las cosas sencillas, las que «parecen más nobles» al decir de Brecht. Los versos iniciales, en definición de ecos nerudeanos, es crucial: «Yo vivo como viven / los hombres de la tierra» (9).

Este culto a lo que llamamos trivial abre paso a la desmitificación del quehacer poético. Albaladejo señala caminos en ese sentido: «Como ven / soy un tipo común y corriente; / tengo dos pies, dos manos, una cabeza…» (9).. Nada de iluminismo, el poeta es ser corriente.

Pero no por ello podemos decir que la poesía de Albaladejo es despreocupada de aquellos elementos propiamente literarios. Por el contrario, las rimas de El revés… son perfectas y el manejo de la palabra inmaculado. El soneto «Unibón» (12), cuyo parentesco con Palés reconoce el autor, es clara muestra de ello. Lamenta Albaladejo «la calma» del barrio en un poema de variada y rica adjetivación.

El juego con la palabra y el sentido filosófico del poema «A ciencia cierta» (10) recuerda «la fatal» de Darío. Pero en estos versos estamos muy lejos del pesimismo del padre del modernismo. Albaladejo establece un juego con las palabras, juego gozoso, en donde la anáfora y la aliteración le ofrecen especial musicalidad y sonoridad al verso. Albaladejo reserva sus mejores rimas para el tema del amor y reitera al carácter «terrenal» de este particular sentimiento humano.

Este poemario de Albaladejo plantea una redefinición del quehacer literario puertorriqueño. En un tiempo de grandes interrogantes como el que vivimos, las respuestas de Albaladejo son verdaderamente esperanzadoras. La poesía vuelve a ser voz y reflejo de la vida del ser humano común.